viernes, 30 de diciembre de 2011

Mi oso

Iván Ferreiro hablaba de su tristeza poniéndose guapa y no se por qué yo siempre la encarné en una mujer blanquecina de cabellos pelirrojos y ondulados acicalándose delante de un espejo, dándose colorete, mucho rojo en las mejillas para que no se marchara ni aún tras el poder arrasador de las lágrimas.

Mi tristeza, sin embargo jamás vivió en cuerpo humano. Mi tristeza, desde que me dedico a escudriñar bien dentro, es un oso que hiberna siguiendo calendarios bisiestos pero que nunca se olvida de afilar las garras. No necesita demasiado, pero cuando lo necesita es capaz de derrumbar árboles a empellones para cazar su presa, o remontar ríos tan largos como Enero.
Sé de él que aúlla como un lobo aunque no los días de luna llena sino cuando pierde algo o alguien que le diera de beber a su sangre. También lo he sentido debajo del latir de mis muñecas jugando con geranios como una mariposa.
Mi oso o mi tristeza tiene el arte de la improvisación hacia la belleza como sólo se puede ver en aquel Keith Jarrett del 75 aporreando el piano en Colonia.

Siempre que llegan estas fechas el oso se siente caduco,acude a la cueva y hace ruído, mucho ruído. Llora un poco, solloza, gime, o da pequeños estertores y alaridos reclamando su espacio y a todos aquellos que ya no están para pasar la página de otro año.
Después de una ligera lucha de imposibles queda dormido mientras mira las marcas que aquellos dejaron en la cueva.
Yo, aquí fuera, en días de frío y rocío mañanero, de petardos y guirnaldas, hago lo mismo con las fotos. A veces siento algo removerse por dentro, gigantes haciendo volteretas que me dan ganas de tronar, llorar o instigar el vómito. Me acuerdo de quienes se marcharon y mucho más aún de aquellos a los que no tengo conciencia de haber dicho adios en vida por última vez, ni de haberles mirado a los ojos, ni rozado sus jerseys, ni haber disfrutado de sus bocas, sus panes recién hechos o sus historias de más allá de la guerra...
En días como estos siento al oso ponerse nervioso sobre mis mofletes. Cuando eso ocurre salgo a mi salón, me siento al brasero y me dedico a hacer sonreir a los que sí están, porque las fotos, como las marcas de la cueva, nos han de servir para acordarnos de que mañana quizás nos vayamos, pero que mientras tanto seguimos con el poder inabarcable de hacernos y hacer feliz.

jueves, 22 de diciembre de 2011

Siluetas

Como podría yo enfadarme con ella si le debo tantas aristas y siluetas...

Tantas latitudes y desprendimientos de horizonte.

Tantos poemas en blanco y negro, o solo en negro.

Tantos intentos e ilusiones de jinete que cabalga con furia para vencer la muerte del sexo y el sino del hombre inexorablemente solo, el miedo a las paredes blancas, quietas y frías.

"Hay que hacer de cada instante un acto poético" Siempre lo recuerda a su lado o cuando pasadas las doce su cuerpo de esponja es comandado por el timón del alcohol. A veces suelo reverenciarla demasiado y lo cambio todo por "Hay que hacer de cada instante un acto lunar e inalcanzable".

Hace unos veranos, en la parte trasera del coche mirando el estrecho partir el agua en millones de recipientes cercanos a la gota y lejanos de la lágrima. Revolcándonos como cerdos, sudando como esquimales en una cama de fuego. Su melena rubia crecida en forma de parábola como los nervios de un sauce llorón y con el dulce color entre tostado y horizonte isleño de un bizcocho de limón recien horneado. Sus paletas blancas como dos quesitos arañándome emulando juegos de gatitos. El sudor perlado dando apariencia de corte a los huesos.

Las memorias son heridas que nunca dejan de manar pasado.

Hace menos, otra noche de Jazz y frío, su perfil de marrón barro orientado al sudoeste buscando las antípodas se bañaba a intervalos de blanco y perla como una cubeta de nieve.

Menos aún, una melena negra llena de cesped. Olor a campo, a escondites, a rocío en la vagina.

Todas esas imágenes son retratos a carboncillo, con grises nocturnos, con blancos estelares.

Poemarios de cuerpos y compendios de lunares que no siempre pertenecen a la misma persona pero que siempre son rociados por la misma luz...

Le debo tanto a la Luna...y tampoco a cada una de ellas...

jueves, 15 de diciembre de 2011

Con I de intermitencias

Aparece y desaparece como un melancólico Sol de invierno. Me arrastra hacia el fondo como una tonelada de frío acero anclada a un tobillo. Luego me besa, o más bien me chupa la boca y me insufla millones de moléculas de oxígeno elevadas al cuadrado. Me llena las venas de té rojo. Me hace levitar, me saca del agua, de la tierra, del cielo, del cosmos conocido. Desaparece de nuevo sin dejar huellas ni restos de hielo y caigo a plomo. Suena el estrepitoso ruído de un cuerpo hueco que revienta las superficies compactas del no-olvido. Suena un eco puerco de un recipiente que quiere ser llenado de rizos negros.
Vuelve a aparecer con letras, las manos llenas de ellas. Me habla de mi y acierta, y me deja con cara de idiota consumado, de asceta, de lampiño hombre terráqueo que se niega a creer en la coincidencia de las mentes en un mismo espacio-tiempo.

Se marcha con mis ojos, no deja nada a cambio. Y sin embargo no la maldigo, ni la sentencio, ni la sacrifico en mi memoria, ni la olvido. Después de todo la entiendo. Lleva parte de mi. Ha crecido dentro de pellejos como el mio que ahora suelen llamar piel. Busca sin cesar y no encuentra. Blasfema a la almohada y se refugia entre bramidos a seres superiores que no existen. Agazapa sus dedos entre la manualidad tediosa y sacrificada, pero fructífera y provechosa. Esconde sus muslos entre torrentes de libros y cosas que entender para no entenderse a uno mismo, para salir victorioso en la batalla del interrogante-crecimiento, batacazo-fénix.
En el fondo, o más bien en la superficie y en el fondo, somos jerseys de un mismo telar. Telas frías que no dan resguardo a nadie. Telas que huelen a polillas pero que cuando se rozan, hacen saltar la chispa cósmica del origen pasional conocido.
Se encarama a

martes, 13 de diciembre de 2011

El porno está en los vientres...

El porno está en los vientres más que en las sienes, y la contaminación, y los restos de vidrio y vino, y las enredaderas de todos los sueños que has tenido desde chiquitito.

El anhelo de los toboganes.
El río de las piraguas.
La monotonía de las nubes.

Los ruídos del sonido eléctrico. El olor rancio de la plastilina marrón.

Devaneos Folk, cocheras llenas de herrumbre, frío y restos de carbón de barbacoa.



Si dos chicas se sientan en tu salón y blanden una guitarra como una espada, entonces sólo te quedará el resquicio del vino. Y si dos chicas se sientan en tu terraza y usan el pelo como un molino de viento, entonces sólo te quedará una huída, o la ausencia, o algo que se le parezca mucho.

El porno está en los vientres más que en las sienes...

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Son tipos solos...

Hay unos tipos con unos petos amarillos, rara vez naranjas, que se encargan de vigilar al público en los partidos de fútbol.
Llevo años observándolos para entender la soledad y el frío.
Si fuman, suele ser ducados.
Si llevan barba es de tres días.
Si beben, suele ser cerveza belga de trigo.
Si comen, se trata de insípidos sangüiches de atún con tomate o bocata de jamón york y queso.
Nada de sushi, ni sésamo, ni ensalada de pasta y queso feta, ni frutas del olvido.
Sentados siempre de espaldas al campo, ocasionalmente cruzan las piernas.
Son tipos solos...

Inmóviles, imperturbables en esas desvencijadas sillas de plástico blancas,
su rutina consiste en observar a la gente y cuidar de que no ocurra nada, de que pase todo deprisa, de que lo más que se lance sea un "me cago en tus castas".
Su nivel de interacción con el público es muy bajo.
Suelen comunicarse a través de señas o muecas.
Se impregnan de negatividad antes de cada partido desafiando al espejo del cuarto de baño.
A su alrededor la gente grita, jalea, maldice, aplaude, escupe las pipas o patalea.
Ellos simplemente sonríen por dentro.
Son tipos solos...

No suelen mirar a los ojos, es una norma.
Cuando hay empate suelen tensar los maseteros.
Cuando el equipo local gana por goleada suelen relajarse,
piensan en que han de comprar las aceitunas negras sin hueso
o que han olvidado tenderle la ropa al triste sol de invierno.

A veces tienen miedo, desean que los segundos corran en patinete y que se escuche el puto pitido final.
Otras veces disfrutan, sobre todo en primavera cuando las chicas botan en sus asientos meneando de manera atómica sus tetas.
Les encantan los pezones.
A veces algunas locas se levantan la ropa y se pueden ver verdaderas obras de arte con forma de galletas.
En esos días tocan su pene por dentro del bolsillo.
Se sienten menos solos.

Temen los mecheros, los paraguas, las botellas, las revistas enrolladas, o cualquier cosa que se pueda lanzar.
Suelen empezar leyendo a Bukowski, luego Fante, Carver, Palahniuk, Welsh, Houellebeqc.
Una vez vi a uno llevando un ejemplar de "La Playa" de Pavese. Me sorprendió. No lo vuelto a ver nunca más en el estadio, pero si tomando un café con una chica...

Prefieren manga erótico a Penthouse.
El ochenta por ciento escucha Deftones.
Odian los crucigramas, mucho más aún los Sudokus.
Han hecho el curso de Photoshop de treinta horas del Inem.
Sueñan con Los Ángeles, Phuket y viajes en globo donde todos seamos hormigas.
Las tortillas siempre han de ser de un sólo huevo.
Si hubiera perro en casa no ha de ser mayor que la tostadora.
Nada de azúcar, miel, ni caramelos.
Crèpes Salados.
Los coches siempre berlinas, aunque no estén llenos.
En el metro miran al suelo y en sus camas miran al cielo...

En definitiva, os hablo de tipos solos.

martes, 29 de noviembre de 2011

Todo el hielo del mundo...

Todo el hielo del mundo descongelándose en una habitación de matrimonio. Restos de sushi, maki, hojas de madroño y cuerpos celestes. Miro los tres aretes de tu oreja y de repente creo en agujeros negros y puertas interestelares. Creo en el silencio cuando todo el mundo grita "miedo".
Un jersey de lana funciona como generador de energía estática y atrapa mi piel en una dimensión desconocida donde Bon Iver es una religión de otoño.
No me gusta el pescado crudo pero si los labios crudos. Adoro el tacto de la ropa en un culo bien moldeado. Soy fan de los vientres desnudos cuando afuera llueve a cántaros.
Dice que le encanta mirarme cuando no la miro. Dice que no tengo el pelo demasiado desordenado. Dice cosas que los demás no escuchan. Dice que no dice nada y en el fondo es un libro enorme con tapas de terciopelo que no puedo parar de leer...

jueves, 24 de noviembre de 2011

Escuchar fijamente

Si realmente las cosas son como dices y nada ha pasado dentro de los huesos, escúchame. Y para hacerlo llénate primero los oídos de miedo, que tu cabeza sea una balsa de cosas a las que no te atreviste. Ahora tapónalos con los dedos corazones. Que no rebose ni un poquito...Agita la cabeza como en un concierto de Rage Gainst the Machine. Siente la mierda revolviéndose, el pasado haciéndose feroz y mordiéndote en la frente como un perro de presa. Mueve el cuello de manera compulsa hasta que te sientas fuera de los pies, en un estadío de consciencia cercano a la atomización de dos cuerpos a través del sexo salvaje entre polla y coño. Ebullición marciana en la sien.

Ahora frena.

Y para escucharme fijamente, mírame a los ojos.

domingo, 20 de noviembre de 2011

Montaña

La llamaban montaña y su frase preferida era "Nunca nos podrá la nieve".
Con ella pasé mis mejores veranos y deshielos.
En ella rompí trineos y tragué nieve para enfriar mi alma.
Desde los cárpatos de su boca que eran una sonrisa blanca como la clara de un huevo frito, le aullaba, o aullaba en ella todas y cada una de las noches de luna encendida, con la esperanza de que me contestara "Jamás te olvidaré".
He lanzado pequeñas bolas desde lo más alto que al llegar a sus pies resultaron ser grandes problemas.
Montaña me quiso como un río y me olvidó como una avalancha. Montaña jamás fue mía como yo no fui de su roca pectoral.
La cordillera Helvética de su costado afilado me sirvió de tobogán una y otra voz al grito de "Nadie te merece más alta que yo".
Montaña no tuvo risas para mi, tuvo sonido de abetos retorciéndose.
Montaña y sus osos, y sus rugidos, y sus piñones alimentando las primaveras de su ombligo.
Montaña queriendo ser plana para no ver tanto el mundo y quererme más.
Montaña deseando ser simplemente suelo, playa, agua, adiós e infinito...


sábado, 19 de noviembre de 2011

Mediocridad

Dijo un francés, de profesión escritor, llamado Anatole France, que "Los hombres mediocres, que no saben que hacer con su vida, suelen desear el tener otra vida más infinitamente larga". Consiguió un premio Nobel de Literatura allá por el año 1926, y más tarde murió sin pena ni gloria, no sabemos si anhelando o no más tiempo de vida. Hoy pocos se acuerdan de él.
Mientras fuera llovía con desamparo y yo andaba camuflando el sonido y el dolor de la lluvia (esa que hace tanto mal a los hombres solos) con el agua del fregadero, se derramó de uno de los platos un resto de atún, y unas gotas de vino junto con la palabra "mediocridad". Un mediocre es un conformista ignorante. Un mediocre es aquel que jamas llora en un museo, que no piensa con la almohada ni intenta comprenderse más allá de la piel, que jamás gastará quince euros en un buen vino a lo largo de su vida, sólo para saber que hay otro mundo dulce que existe, aunque no lo pueda tener.
Chesterton, que era también escritor, pero británico, y treinta años más joven que France, observó que "La mediocridad, posiblemente, consiste en estar delante de la grandeza y no darse cuenta". Yo observo la lluvía... una y otra vez, no me canso aunque a veces me ponga triste. Ser mediocre...pienso...Uno puede serlo por logros, pero no por sueños. Aunque eso sería un soñador ¿Un mediocre soñador? Joder, en otoño pienso más nublado.
Suena Andrew Bird. Ese seguro que no es un mediocre, aunque folle descaradamente mal seguirá siendo un genio.

¿Y la línea que separa el ser mediocre del no serlo? ¿Dónde habita? ¿Será tan delgada como la que separa el amor y el odio? ¿Qué decide que seas o no mediocre? ¿Qué hito en tu vida te marca como un ser fuera de la mediocridad? ¿Follarte una mujer escultural? ¿Conquistar a una camarera?¿escribir un best seller? ¿Ser Cum Laude por la universidad de Columbia? ¿Quién lo dictamina si no tú mismo?

No quise yo dar el tema por zanjado y abrí de par en par las cristaleras de mi terraza mientras pensaba nuevamente en si era o no un ser mediocre. Tras vacilar largamente, mi respuesta fue "No". No puede considerarse un mediocre aquel que como mínimo se plantea la duda. Un mediocre, nace, se reporduce, bebe, come, folla, a veces ríe, a veces sonríe, otras se va de viaje a Punta Cana, se compra un televisor de plasma, pero no se pregunta por qué. Un mediocre suele ser un robot sin capacidad para el cortocircuito, Un copiloto que jamás intentará guiar al conductor por una ruta alternativa porque no valora la existencia del riesgo. Mediocridad es seguridad, pragmatismo, rutina, estatismo.

Yo cuando viajo con un amigo no suelo usar mapa aunque siempre nos perdemos. Soy un ser no mediocre, excepcional, pero avocado muy probablemente al fracaso, y eso me gusta más que todas las camareras y las canciones del mundo juntas en una sola habitación...

martes, 15 de noviembre de 2011

Vendido, vencido.

Mi televisión es prácticamente otro mueble, sólo que su piel es de plástico y por dentro la vertebran cientos de conexiones complejas. Es incapaz de quitarse el polvo, no respira, pero tiene la jodida facultad de hacerme tanto daño...
Mi televisión es un pasillo negro, o mejor dicho, un agujero negro hacia una realidad aún más oscura alejada de mis libros, mi chaquetón de plumas y mi terraza con barbacoa. Mi televisión son dos bofetadas, tres litros de café caliente y cinco de agua fría, un pellizco en el oblicuo del abdomen de marca Toshiba que deja cardenal de seis días...
Ayer escuchaba la historia de ese accidente de tráfico en el que un padre y su hijo de tres años se salen de la carretera despeñándose por un ligero barranco. Tras veinte horas, son encontrados. El padre muerto permanecía abrazado a su hijo que logró sobrevivir gracias al calor de su padre. El viaje de ambos era un trayecto de vuelta hacia casa. El pequeño, que padecía autismo, asistía a un colegio de educación especial situado en otro municipio. Me detengo en las declaraciones de una abuelita oriunda del pueblo del padre. "Que muerte más bonita" decía ahogada en un llanto pero con la cabeza bien erguida y con una medio sonrisa.

O la historia de esa mujer muerta a causa de un aneurisma cerebral tras pasar más de sesenta horas dando tumbos de un hospital a otro sin poder ser operada por falta de medios, por recortes, por excusas.

O la del chico iraní asestando puñaladas en Bilbao.

O la del tiroteo en Murcia causado por otro desequilibrado.

O los 100 muertos en Siria en 24 horas de enfrentamiento.

O como apagar rápido la tele antes de beberte las lágrimas.

O como ir a la ferretería del barrio a comprar un gran martillo.

O como reventar la realidad de un golpe y decidir seguir siendo un cobarde que ni siquiera aprieta los puños, un ignorante cansado y un vendido.

O un vencido...

sábado, 12 de noviembre de 2011

Una de mis musas es un rectángulo acelerado

He vuelto a coger el autobús después de años. A veces, mientras leo en cualquier parte de ese gigante rectángulo en movimiento, me detengo, miro en derredor y pienso en los sonidos de las palabras. Ajar, voluptuosidad, encarnado, gesticular...
Cuando eso ocurre, intento mezclarlas a toda costa. Me encanta cuando el resultado suena a lluvia o a verano, o a las dos cosas a la vez. Se me ocurren cosas ñoñas, sinsentidos, regalices y manzanas. Muy de vez en cuando aparece algo destacable que quiero recordar más tarde para pintarlo en las paredes de mi cuarto de baño, pero cuando tras llegar a casa, me pongo el pijama, me lavo los dientes y me planto con el rotulador delante de la inmensidad del azulejo blanco, el sonido se ha evaporado.
Hace unos días volvía a casa con más cervezas encima que vergüenza. No llevaba libro, ni cabeza, ni intenciones. Tomé el primer autobús, el de las seis y media. Estaba cargado de maletas y gente de todo tipo con destino "Estación de autobuses". Entre todos ellos me fije en una chica menuda, o ¡menuda chica! Ambas cosas valían.
No paraba de mirarse los zapatos y a continuación los del resto, incluidos mis enormes cuarenta y siete. Volvía a los suyos, esbozaba una sonrisa, se azuzaba el pelo. Todo ello en una especie de rito preconcebido. Los borrachos no suelen disimular y menos a las seis y media, así que no dejé de mirarla.
De repente, decenas de imágenes e ideas absurdas tropezándose en mis sienes como un torrente de agua.
¿Cuántos habrán existido para ella? ¿Habrán sido más o menos cabrones que yo, cuando lo fui con todas las que no supe apreciar? ¿Cuántos pasaron por su vida que no atendieron a la manera en que sonreía? ¿Cuántos litros de lágrimas habrá llorado los últimos cinco años? ¿Cuántas flores podría haber regado con ellas? ¿Será más de hacerlo de lado, o ponerse encima? ¿Le gustará el helado de pistacho?
Como un relámpago surgen tres palabras y comienzo a manosearlas, jugando con ellas en mi cabeza. Sonrío porque se me ocurre un tatuaje con ellas e intento guardarlas pero no tengo batería en el móvil. Odio estar borracho cuando no estoy bebiendo...
Vuelvo en sí y la chica ya está bajándose en la estación con su enorme maleta. Afuera arrecia el frío porque acaba de estremecerse. A mi ya sólo me quedan dos paradas para llegar a casa, y mientras el motor ruge de nuevo y se aleja a trompicones, decido observarla por última vez suponiendo que su recuerdo será la mejor regla nemotécnica para memorizar las palabras y su sonido a salvación y esperanza.
Llego a casa y antes de que pueda siquiera acercarme al baño, caigo fulminado en el sofá. Cuatro horas después me despierta la boca seca y unas ganas infernales de mear. Me incorporo a duras penas con la cabeza como una infernal locomotora a carbón trabajando a plena ebullición. Voy al servicio y mientras meo, miro la frase de todos los días escrita justo a la altura de mis ojos. "Vive por y para sentir y nunca por costumbre". De repente me acuerdo de sus facciones alejándose muerta de frío pero sin dejar de sonreir. Cojo un rotulador azul. Escribo...

"Tu sonrisa son poemas, flotadores y anclas, cuando en este mundo ya nadie quiere nadar"

Demasiado recargada incluso para un borracho. Borro e intento de nuevo.

"Tu sonrisa como flotador preferido" No...no me gusta del todo. Vuelvo a borrar.

"Mis poemas son tus sonrisas" o "Mi poesía son tus sonrisas". No, no y no. Borro.

"Sonrisa, flotador, poesía". Ahora sí. Un nuevo día está empezando.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Arre penti miento

Una vez le dije a una persona muy especial que la vida estaba hecha de prioridades, elecciones y titubeos. Mi prioridad por aquel entonces fue irme lejos, cerrar la puerta y decirle adiós.

Más tarde pensé en rehacer la frase: La vida está hecha de prioridades y elecciones, titubeos y arrepentimientos. Y los porcentajes en que se combinen dependen del diámetro costal de cada uno, de si hace sol o llueve y de que el tiempo que haya pasado haya sido prudencial, exacto o exagerado.
A mi me encanta como suena la palabra arrepentimiento ¿A vosotros no? Está llena de consonantes muy fuertes que repiquetean y hacen sonidos de truenos, carretas, disparos de cámaras lomográficas y cascadas de agua sobre cuerpos de metal. Hay gente que odia lo que ocurre cuando se pronuncia, lo que se derrama sobre el aire; gente que te dirá que no se arrepienten de nada en su vida, que no volverían atrás, que a lo hecho pecho y que son lo que son por los errores que cometieron. A mi sin embargo me encanta si se dicen desde dentro y espaciados en el tiempo. Arrepentirse todos los días es vivir en ciénagas de cobardía. Por eso, un poquito de vez en cuando, no hace daño. Puedes hacerlo con tu propia piel y mantener a buen recaudo en secreto o puedes lanzarlo al horizonte y que todo el mundo lo sepa. Yo prefiero la segunda opción, dinamita el orgullo, te pone alas en los tobillos y paz en la garganta.

A diario elegimos, cada décima de segundo. Nuestros pasos pueden optar por charcos o acerado seco, podemos beber zumo de naranja y plátano o leche con miel. Jersey o sudadera. Sal o azúcar, beso o abrazo. Coche verde o coche azul. Escaleras o ascensor. Cada segundo es una decisión que puede cambiar tu existencia para siempre modificando el rumbo de tus días; y arrepentirte no modifica las elecciones, ni es una máquina del tiempo, ni deshace los errores pero en cierta forma es algo necesario y tan suaaaave.

Joder, estoy dando demasiados rodeos para justificar un arrepentimiento y un lo siento...

Por lo que pueda pasar hoy he elegido jersey gordito, zumo de naranja y plátano, Immanu el, calcetines más gorditos y sol en los bolsillos, ya sabes, mucho sol capaz de derretir toda esta nieve que nos ha separado.

Me arrepiento...

miércoles, 2 de noviembre de 2011

El Señor Welsh y los 7000 millones.

Leo al señor Irvine Welsh. Para ser más exactos tengo entre manos "Escoria". Lo llevo al baño, a la terraza, al autobús y al Mercadona. Es como un brazo o un hijo tonto. Aprovecho resquicios de tiempo y cualquier vacío de reloj para ver que cojones va a hacer el hijo de puta de Bruce Robertson.
Mi tele es un adorno. Messi, un astronauta. Llevo sin ver el telediario más de una semana. Prensa poca. Mujeres menos. Vino algo más, y cerveza, y ron, y café, y sonido de grúas.
Lo único que recuerdo de estos últimos días es que ella no ha aparecido y que ya somos siete mil millones.

"Irvine y los 7000", así llamo a estos días, así podríamos llamar a este Otoño tardío.

Pienso mucho más en voz alta. Pongo menos lavadoras. Miro más al reloj. Tic-tac. Gestos nerviosos. Miro precios de telescopios para observar la cara oculta de la luna. En las películas me fijo en los malos y en sus cejas. Leo sobre economía. Olvido sobre césped, guitarra y cometas. Observo si todo el mundo paga la cerveza. Detengo mi atención en todo aquello que no quería ver cuando hacía Sol: gente con rictus severo, con barras de pan y paquetes de salchichas, con prisas; coches fúnebres; peleas de gallos; abrigos caros; colas; pintadas; viejos, cansados; hojas, secas; negritos vendiendo discos, bolsos, carteras, correas; heridas; marcas; cicatrices; lombrices; gusanos; facturas; dolores de cabeza; contenedores; dolores de muelas; ceniceros; charcos, de barro, de sangre, de aceite; montañas, de miedo, de sueros, de anestésicos, de quebraderos; que a su vez son de huesos, o de cabeza...

La estadística se rompe, pero ella, a su vez, por pura venganza, también suele rompernos con sentencias al cuello. La de hoy es que si somos positivos y tomamos únicamente un diez por ciento de gente mala, perdida, cansada, aburrida, humillada, sin metas, sin futuro, sin promesas, sin pasado, sin coche, sin flores, sin nevera o sin escondite. Sólo un diez por ciento, repito. Nos da la friolera de setecientos millones de bombas de relojería apunto de explotar.

Yo en mi vecindario tengo más de uno. Sólo espero estar bien lejos, allá en la primavera, para que al explosionar no me salpique la mierda.


sábado, 29 de octubre de 2011

Los refugios del vino

Renuente a beber por que el destino pasa de ser caprichoso a hijo de puta cuando nadas en vino. Pero aún así siempre hay un motivo que lleva tus labios al rojo. Él de esta noche, sólo mi polla y yo lo sabemos.

viernes, 28 de octubre de 2011

Nube

Avanzan las nubes como un todo de nieve y luna blanca. Avanzan imparables sumergiendo la ciudad. Ni el Sol ni todos los enamorados de la ciudad pueden impedirlo. Lentas como un tropel de formas de leche continúan aplastando los azules del cielo. Y al mirarlas fijamente, con el detenimiento de un niño que descubre por primera vez la plastilina, a uno le entran ganas de comer helado a carretillas, de mancharse, de dejar atrás el ruido, las coces, el gris y el coche.

Las nubes abandonan la ciudad como un ejercito de togas romanas. El cielo está ya despejado. Las fuentes siguen funcionando, los semáforos cambian de color, los restos de comida rápida en la acera, sonidos de grúas, unos jardineros contando chistes...

La vida sigue por aquí abajo, no sabemos por cuanto tiempo de manera tan puta... Y quizás no valga creerse un niño, ni dejar la mente en blanco al sumergirse en las nubes, pero es una bonita trampa, y no hace daño ni miente a nadie, bueno, quizás sí, quizás nos mintamos a nosotros mismos.

viernes, 21 de octubre de 2011

Vida endecasílaba

Un viejo loco me dijo que hiciera de cada momento de mi vida un acto poético sublime.

Desde entonces llamo en versos y olvido en prosas.
Poemarios para comernos la boca sin nudos ni trenzas, por el mero abrazo de la saliva.
Da igual que llueva o truene, o caigan bombas o haga frío afuera.
Las girafas seguirán viendo las cosas antes que todos nosotros, los elefantes seguirán deseando el sigilo.
Poesía del andar, del olvidar, del beberte y de las tardes de domingo diciendo adiós a través del frío cristal de la ventanilla del bus.

Cada acto un heroicismo sentimental.
Cada mirada un fotograma en la vena.


Poemas con cerveza en esta vida traicionera y endecasílaba.

sábado, 15 de octubre de 2011

Cactus

Como una garganta ahogada en flamenco y sudor, mis venas se estiran y se retuercen en un amasijo de hierros con forma de candado, y mientras llega el otoño con todas sus cosas secas y su melancolía del brazo, te sigo recordando como ese precioso nido de búhos mudos y vigilantes que fuiste en mi azotea. Mirándome por dentro hasta las sienes, jamás hablabas, ni siquiera cuando se trataba de llorar.

Por aquí todo sigue igual, todo lleno de palmas de caña. Sólo cambia la dirección del viento y el valor del dinero pero no deja de oler a Sur y a lo que huele la cerveza muy fría cuando sopla levante y hace mucha pero que mucha caló.

Tus bragas, tu guitarra, tus sandalias de cuero y mi corazón lleno de cayos y llagas. Mi corazón derramándose a la rastra como un burro con cáncer de huesos. Mi corazón, tu padrastro favorito, ese que siempre mordías... No hay cabida para más en el trastero.

No puedo parar de viajar al salón durante la siesta sin ponerme el casco, porque me gusta el riesgo, porque quiero que se me caigan todos los recuerdos encima.

Y no voy a apuntalar estanterías, ni frases, ni "me dijiste que...".

Nada puede echar raíces ya en esta tierra yerma y circunscrita únicamente al riego de tu vena principal.

Nada.

Y que no suene triste pero si impotente.

Que no quiero sonar a fandango, repito, si digo que ya no estoy preparado para escribir de fuera hacia dentro, y que se me rebosan las cosas en los dedos y que soy realista al darme cuenta de que soy un buque tocado por un beso de fuego.

Definitivamente he perdido el rumbo, la suerte, mi suerte, jugando a las canicas y pretendiendo ser mayor.

Y ahora que no hay agua fría en la nevera,ni güisqui en el salón, siento que quiero vivir rodeado de plantas y regar toda la arena del mundo, aunque sea mal llorando. Pero a la vez soy consciente de que sólo podría mantener con vida a un cactus, un pequeño cactus que nada exige excepto el Sol...

lunes, 10 de octubre de 2011

Mujeres, peceras, macetas

Las mujeres se van, los peces se mueren, las plantas se marchitan. Tras decir adiós infinidad de veces en estaciones de tren, en aeropuertos, en zonas de fumadores de cafés antiguos y puertas de teatros y cines. Tras limpiar peceras, recoger algas nuevas, y comprar pequeños buzos de juguete con escafandras a lo Julio Verne. Tras cambiar tiestos, mezclar arenas, regar incluso con lágrimas y buscar nuevas y buenas sombras. Tras toda esta parafernalia, tras todo este triste ritual, siempre llego a la lapidaria conclusión de que no puedo depender de nada y a su vez nada puede depender de mi.
Amanecen días grises entonces, días en que no para de llover y yo me quito las ideas de encima y decido que es mejor dejarlas marchar, sí, a las mujeres, y que las peceras hay que vaciarlas y quizás llenarlas de flores, y que las macetas se pueden llenar de olvidos, de cenizas de lo que quemamos para que no nos huelan los armarios, ni los bolsillos, ni los cajones, ni los adentros. Y que podemos lanzarlas, lejos, las macetas, claro. Y que si nos jode ver flores, lancemos también las peceras por la ventana. Y que si nos jode ver mujeres, o mejor dicho, verlas marchar, simplemente les escribamos como hoy, como si lo fueran a leer, como si todavía existieran en nuestros dedos...

jueves, 6 de octubre de 2011

Qué más da

Un hombre se levanta cualquier día a cualquier hora y de repente al levantar la persiana siente unas ganas enormes de llorar, pero no está triste.
Ese mismo hombre, se va a comprar fruta y en la cola siente que necesita explosionar de manera nuclear sobre el pecho de otra persona cuyo calor amortigüe todo lo que él ha de donarle al mundo antes de marcharse.
Tras comprar unos cuantos plátanos, un kilo de naranjas y unas manzanas; vuelve a casa; pone un buen disco; se tumba; mira el techo.

Las ganas de llorar no desaparecen. Las ganas de explotar aumentan.

Decide entonces hacerle saber a todo el mundo que quiere, que realmente los quiere. Mails, mensajes, cartas y una llamada...

"Estoy aquí, jamás me fuí, quiero llorar de alegría pero no puedo, me falta algo, me falta alguien, creo que me falta un perdón tan grande como tu mano en mi hombro"

Y tras esto, cuelga. No espera respuesta, Ha escuchado el aliento. Sabe que ese perdón ya existe.

El hombre prueba ahora a hacer un batido de frutas, pero los plátanos están demasiado maduros. Decide bajar para cambiárselos al frutero. Sale del bloque. Cruza la carretera. Un hijo de puta va demasiado rápido para este mundo. Le pasa literalmente por encima dejándolo irreconocible.

Mi moraleja es que yo era ese tipo hoy pero no he ido a por fruta. Mi moraleja también podría ser que hoy he pedido perdón a varias personas y me siento en paz y odio las motos que corren demasiado y hacen aún más ruído. Mi moraleja es que estoy seguro de que la tía de esta historia no perdonó al tipo que inventé, porque en la vida real hay días grises para unos y tostados para otros, pero da la puta casualidad de que no nos solemos poner de acuerdo en los colores. Y si en mi moraleja final la mujer no lo perdona, pero él cree que lo perdona, qué más da...Un idiota feliz más, un problema menos.

viernes, 30 de septiembre de 2011

Cuando no quedan cuandos...

Las arrugas de tu pubis marcan todos tus malos polvos, como los anillos de un viejo árbol gruñón.
Los disgustos, las lamentaciones y las fugas se instalan en los pomos de tus puertas que chirrían.
Ya no piensas en cuandos sino en comos.
Recuerdas los tiempos mejores que siempre fueron pasados, como suelen decir las canciones. Recuerdas cuando tú única locuacidad era el verbo arañar,
y tu piel se simplificaba en caricias o puñales. Sin términos medios.
Cuando tu saliva no encontraba exclusas ni excusas.
Cuando tus zumos eran todo pulpa y tu jamón todo tocino.
Cuando me llamabas por mi nombre y me olvidabas por mis apellidos.
Cuando tu bicicleta no necesitaba candado en mi terraza ni tu taza de café una cuchara extra de azúcar.

Ahora todo son rodeos. Ahora das asco.

lunes, 12 de septiembre de 2011

Clases de miedo sentimental y otras mierdas

Primera lección para el derretimiento polar: Llorar por la borda y planear desbandadas subterráneas no ayuda a la desintegración del caparazón del miedo. No sirve absolutamente para nada.

Segunda definición de miedo: incapacidad atemporal provocada por límites ficticios creados por pretensiones equivocas y mujeres demasiado exactas y cercanas a la perfección circular de las curvas del 0.

Tercera conclusión sobre los límites sentimentales del acero: El límite, finito por tanto, de todo acero incrustado en el cuerpo de un hombre, es directamente proporcional a sus ansias por derretirlo follando.

Cuarto desarrollo balístico sobre la convivencia y conveniencia de dos torpedos muertos de miedo entre las mismas cuatro paredes: "Porque tú, cohete teledirigido por mi propia historia maxilar hasta más dentro de la boca, y porque yo, misil de tierra-aire que siempre, desde bien chiquito, quiso ser un arma submarina para explosionar tus caderas de arcilla a través del fluido del coño, somos ambos dos armas necias y obtusas, anticuadas, inermes, únicamente dinamitables para la propia piel de uno, estériles para provocar la combustión y el fuego del que le rodea.

Esa explosión egoísta nos convierte en dos Cadillacs solitarios, rojos y descascarillados, con el hueco del casette robado justo en la zona del pecho y el salpicadero lleno de marcas de barro de colocar los pies mientras se folla como vectores de fuerzas en una ecuación sobre nidos de gaviotas y aviones, descompresión polar y ruidos de adioses".

Quinto resumen sobre el derecho de todo ser humano a hacer el idiota sin pistolas cargadas y con costillas quebradas:


  1. Derrámate sobre mi ombligo como una foca en un lecho de algas.
  2. Supúrame unos ilíacos crujientes en un vaivén de caderas. 
  3. Atraviesa la línea que separa tu diversión de mi cuerpo vencido.


domingo, 4 de septiembre de 2011

La negación como escudo. Las catapultas de mierda como armas. La carrera como modo de vida. El abismo como morada. El vino como agua. El sapo como mascota. La poesía como máscara. La gabardina como fondo de armario. El helado como brasero. La intuición como buhardilla llena de polvo. La honestidad como rueda quemada. El impulso como colilla. La originalidad como lo que pudo ser bajo un escroto. El submarinismo como salto en paracaídas. Las botas de agua como chanclas.
Todavía queda mucho para terminar, mucho para empezar, y eso que dicen que ya no hay estaciones aunque comienza a llover el otoño.

sábado, 27 de agosto de 2011

Reloj tetrapléjico

Mi cuerpo es un pantano de sal y tendencias insatisfechas de olvido. Catedrales de hedor y placer se desprenden de las bóvedas de mis huesos.
Tipos gordos enganchados al Counter Strike que pasan setenta y dos horas jugando a base de pollo al crujiente de corn flakes y rayas de speed con guaraná.
El sudor mana como lava de un tintero, sin raíles, sin curso, sin frenos. Realmente no se si sudo, me descompongo o estoy llorando.
Historias de tipos que les sacan los dientes a los gatos para usarlos como máquinas de felaciones.
El fluído de sales se ancla a mi reloj barato que no resiste al agua pero si a las ganas de mover ficha. Yo sigo saltando.
El sudor entra, cortocircuita primero los segundos, luego los minutos, las horas, revienta la alarma. Un rato después he retrocedido quince horas de mi vida.

La gente me mira atenta o me rodea una gran tensión y dilatación pupilar.

La música no suena, destruye.

Historias de tipos que toman pastillas para que no le crezcan más las alas.

viernes, 19 de agosto de 2011

El día D

El día que deje de quererte será el que más me necesites.

Esa frase se dice, dirá y ha dicho en decenas de sobremesas de sandía y lentejas.

El día que deje de quererte, ese día, ese maldito día...

viernes, 12 de agosto de 2011

Conrad dijo al oído de Elliot: "Cuánto menos te encuentro, más me pierdo"

Julietté miro a Celíne. Nadie entendía nada. La amistad en aquellos momentos era vino de sibaritas, actos pueriles de adolescentes muy drogados.

Y sin embargo todo siguió igual, el inexorable baile de estrellas, la piña en Honolulú, las lámparas de papel sin estantes apoyadas sobre libros y esas extrañas convicciones de que no creer en el amor nos hace más fuertes, y estar repleto de amigos nos hace menos miserables.

domingo, 31 de julio de 2011

Plátano o teléfono

Aunque no me preguntaste creo que deberías saberlo. Soy Celine y tengo este estúpido nombre francés porque mis padres jamás tuvieron demasiado dinero para ver París. Vivo en Vallecas y me encantaba creer en algo. Cuando termine de contarte todo esto, que no es poco, pero tampoco demasiado (si hablamos de cantidad, pero sí mucho, si hablamos de trascendencia, envergadura y contenido, y me reitero en lo de envergadura porque adoro esa palabra y deberías aplicártela) quizás necesites un teléfono, o un plátano, o las dos cosas.
Ayer me destrozaste el corazón y sólo tengo diecinueve. Eso fue justo después de mearte en mi boca. Un poco antes yo había pasado media tarde haciendo una lasaña de espinacas para dos. Eso ocurrió justo después de ir al super a comprar un vino de más de tres euros pero de menos de cinco; mucho después de levantarme sola en casa porque mis padres, tras veinte años de matrimonio por fin pueden ir cuatro días a besarse bajo la Torre Eiffel, comer Crèpes y ver tiendas de ropa que jamás podrían comprar ni aunque vendieran la mitad de sus órganos, todo ello mientras se dicen cuanto se quieren y cuán felices son de tener una hija como yo, un piso de sesenta metros cuadrados como este y un trabajo de mierda como el que tienen. Antes, mucho antes de levantarme, hace una semana en la biblioteca, tras el café y mientras preparaba mis primeros exámenes de medicina, te conocí mientras te hacías el culto leyendo a ese puto idealista alemán apellidado Hegel, y de nombre Georg Wilhelm Friedrich...
Cómo se que es altamente probable que mañana vengas a intentar engañar a otra pobre desgraciada e ingenua gilipollas y eres tan fetichista como me demostraste en la cama, te dejo la nota en el mismo libro, "Fenomenología del Espíritu", página 69 (para más inri), la misma que tenías abierta el día que me sacaste conversación hablándome del undécimo par craneal. Sí, mira en derredor, he acertado ¿verdad? Estás leyéndome...
Por cierto, si has llegado hasta aquí ya puedes suponer para que necesitas alguna de las cosas que te dije.
Aunque si necesitas ayuda, te lo aclaro sin problema. Puedes llamar a la policía si crees que estoy al borde del suicidio o puedes comerte un plátano disfrutando con la maravillosa escena de la lluvia dorada a la que me sometiste y la idea de que has reventado a una pobre idiota más. Otras opciones algo más probables son la de meterte el teléfono por el culo porque no voy a suicidarme por un tipo como tú; de paso puedes meterte el plátano también, con cáscara y después pelarlo y comértelo, ya me di cuenta de que después e follar te entra hambre y tienes prisa por largarte al Mcdonalds y no volver...
Ah, se me olvidana, estoy detrás de la columna, al lado de la sección de Atlas de anatomía, estoy ahora mismo viendo tu cara de gilipollas mientras miras a tu alrededor buscándome. Y para despedirme, no quiero que pienses que te escribo desde el odio, que conste, pero MUÉRETE.

jueves, 28 de julio de 2011

Playas sin mojito, sin fuego, con delirio.

Los rescoldos de las cruces ardientes se fundirán pronto con la arena de playa. Llegará luego un solitario arquetipo o un arquetipo de solitario con sombrero de paja y chanclas de esparto y apagará de manera grandilocuente los restos del fuego con una solemne meada de cerveza. Los ruidos de tambores se perderán entre lo escarlata del cielo. Las olas bañaran los agujeros de las caracolas como quien lame un ombligo. Olerá a brisa y a coño, a beso y a cieno, y cuando hayamos caído en la cuenta de que ya no hay Sol, ni neveras llenas, ni fuego, sólo entonces, al abrazo de los quejidos y crujidos de los veleros, cuando nos someta la oscuridad justiciera e inerte, cuando obviemos el hecho de que el naranja y el rojo son más sangre que colores y más compañía que misterio, sólo entonces, repito, seremos conscientes de que para estar realmente solo has de despegar los pies del suelo y de que para estar muerto no sólo hay que estar frío.

viernes, 22 de julio de 2011

El tiempo se acaba

Escarlata ha descuidado sus brazos, ya no tiene miedo a saquearse las heridas de balas con los propios dedos o los impropios cuchillos como Rambo.
Anaïs ha esnifado escorpiones porque quería superar las rayas de hormigas de Ozzy Osborne.
África no ha movido pieza después de la fractura de sus puzzles.

Yo observo a las tres desde lejos con cara rara.

El sol cubre incluso a las sombras. El verano lo posee todo. Una de ellas coge un cigarro y fuma impune. Otra de ellas apaga los ratos de miedo.

El tiempo se acaba.

jueves, 21 de julio de 2011

Canciones

Mi cabeza tiene decenas de miles de canciones que nadie ha cantado, y todas hablan de ti, y todos sus acordes suenan al chasquido de tus muslos al pasar por mi vera...

jueves, 14 de julio de 2011

Ojazos

Decía un conductor de trenes que la vida sigue y no te espera, ni siquiera a ti ojazos, que con la mirada destruyes el aire.

martes, 28 de junio de 2011

Sus olvidos mediocres (sus de ellos y ellas)

Defecarte en las tristezas de la gente que se jacta de su mediocridad y que odia montarse en las nubes para intentar tocar el Sol. Son cosas de tarado, de meditabundo, de raro, de taciturno al que le duelen las muñecas de echarse pajas pensando en pianos de cola.
Meterte en la bañera blanco huevo atestada de patitos amarillos y restos de gel con los vaqueros puestos, el agua que rebosa, y el no pensar en los vecinos porque si todo marcha como debe marchar, las venas serán la única delgada línea que separe el arrojo de la cobardía. Y nadie va a volver a llamar a la puerta enfadado. No más pizzas que llegan tarde, ni más libros del círculo de lectores. Esa puerta no van a golpearla jamás hasta que la sangre se cuele por el sumidero de sus olvidos.

jueves, 9 de junio de 2011

Alemanas de brazos tatuados que no dicen adiós después de follarte de manera impune

Todo era raro alrededor.
Olor a sudor, a gangrena, a sexo anal y a minas de azufre.
Todo, absolutamente todo, lleno de ese sabor a dolor salado como cuando lames un cuchillo jamonero.
Sangre en-cerrada en compartimentos estancos de humo. Alcohol de graduación elevada casi tanto como tus expectativas hacia lo que pudo ser y no fue.
Maniquíes que fueron fotos, ahora son vacío lunar.
Un cuaderno de sudokus a medio terminar, pasatiempos, sopas de letras con la tapa llena de polvo. Un lápiz Staedtler sin punta y un trozo de papel higiénico que tiene como dueño una eyaculación usada como anestésico o como amnésico (ambas cosas sirven).
Es delgada la línea que separa al hombre latente del objeto plástico.

¿Por qué mientes? o acaso debería preguntar por qué ignoras a la verdad adrede mirando a los ojos de quien te toca los huesos.
La truculencia de tu juego de mujer enseñando muslo y la parte oscura del pulmón.
Hay veces en que a uno sólo le queda la violencia sentimental cuando ya el silencio autoinstaurado no da más de sí y no funciona.

Desparramados sonoros. Truculencia de tu libido púbica.

Tropiezo con la pata del sofá. Golpe con la esquina de la mesa. Se rompe un plato, que a su vez rompe un vaso, que a su vez raja una muñeca que sirve de excusa para desangrar un corazón.

Sin utensilios útiles para seguir adelante. El orgullo no sirve, tampoco los muebles, las fotos o la lamentación, menos aún los zapatos. Nadie excepto su vuelta puede hacerte andar, propulsarte adelante de cualquier forma: hablo de arrastrar cuerpos propios, arañar el suelo, hacer de las rodillas los tobillos.

A Hugh Hefner le hubieran dado ganas de despeñarse al vacío. A ti, sin embargo, sólo te dan ganas de matar al mundo con un ejemplar de "Las teorías salvajes", de pensar peligrosamente para no crear nada bueno y mucho por recordar. De follar tiestos y de lanzar macetas, de tocar la herida de guerra de un halcón apartando plumas, de meter los dedos hasta el fondo de un coño en la barahúnda de un festival de electrónica y MDMA.

Una aventura sexual con tatuajes en los brazos: motivos japoneses y frases en alemán.
Un cabello rubio que no para de hablar de "Wittgenstein" y los siete aforismos de Tractatus. Sonrisa de trapecista confiado.
Su enorme teta derecha poseyéndolo todo, hasta tu ejemplar de "Los hermanos Kazamarov" en la mesilla de noche.

Imágenes sesgadas.

"Gold Panda".

Sólo recuerdo que no he de recordar.

Maldito ron. Malditos humanos. Malditas pecas. Maldito yo y mi sino...


miércoles, 1 de junio de 2011

Des-pedirse (Mi adiós, mi ancla)

Un ancla y un adiós son lo mismo al fin y al cabo. Una era de madera y hoy por hoy suele ser metálica; el otro es de viento y solía ser de cosas ciertas, cosas que se sienten.

La historia de mi ancla es la de una despedida. Y todas las despedidas suelen ser crueles, sucias, y despiadadas si es que son ciertas. Si son fingidas no hablamos de despedidas, hablamos del vacío del teatro.

Me explico.

Tú juegas a ser marino porque te han dicho que bajo las olas puedes enterrar todo, incluso el tiempo. Echas el ancla cuando te sientes quieto, cuando la sangre no tropieza una gota con otra y simplemente estás, no te paras a ser. Y pasa un tiempo, razonable o no. Un tiempo cuyos segundos no recordarás porque habrán pasado inadvertidos los unos de los otros: misma cara de tiempo, misma prisa, misma rutina (que no es otra que llegar fieles y puntuales a las doce y volcar la cabeza hacia abajo, para deslizarse de nuevo al seis y ponerse de pie, y de nuevo a las doce y otra vez cuesta abajo, como la sucia vorágine veinteañera de devorar pieles por costumbre. Subidas y bajadas. Up and down. La vida misma) Los segundos tienen cara de tiempo, sí, tiempo oscuro, monótono, aburrido como morder padrastros.

Y será cuando notes otra vez las cosas más deprisa, cuando los pies te pidan saltar y te llamen de otras porciones de tierra convenciéndote de que la que pisas no te pertenece...Será entonces decía, cuando leves el ancla y te des cuenta de que, efectivamente, al contrario de lo que pensabas, ha corrido el tiempo, han seguido pasando cosas allí abajo.

La piel de un tipo o la superficie del mar son lo mismo.

El ancla subirá llena de verde y marrón; acarreará moluscos pegados como adolescentes, algas, corales, conchas, arena. El tiempo no deja nada limpio, todo lo corroe. Entonces pensarás, será la primera vez en mucho tiempo. Detenidamente, sin prisa. Echarás la vista atrás, intentarás contar, recapitular, archivar.

Las despedidas. Asqueroso invento. Eso también lo pensarás.
Parece que fue ayer. Eso también.

Decía George Eliot (que en realidad era una mujer llamada Mary Anne Evans) que sólo en la agonía de despedirnos somos capaces de comprender la profundidad de nuestro amor. Y es que lo verdaderamente duro de decir adiós es que si no hemos estudiado arte dramático o no somos de corazón glaciar, aunque sólo sea por un instante estaremos obligados a ser nosotros mismos, mirarnos bien entre las tripas; y eso hay veces que duele. En la vorágine de los segundos que pasan y posan idénticos, empujándose y vistiendo igual, cantando el mismo tic tac, uno no suele detenerse a pensar por qué ésto y por qué aquello. Cuando nos detenemos a hacerlo estamos perdidos para siempre o salvados del todo.

Y nos podemos detener entonces a hacer sonrisas con cáscaras de nuez o lágrimas con trozos de plástico de juguetes desechados, pero decir adiós para siempre que es igual que morir y seguir atándonos los zapatos continuará siendo igual de difícil, igual de real, igual de cierto.

Adios. Hasta luego. Hasta nunca. La misma mierda necesaria.

miércoles, 18 de mayo de 2011

Dos cabezas, miradas, gladiadores y zebras.

Todo tiene lugar entre una distancia malsana y cuasi inexistente que separa dos rostros de sexos contrarios y enfrentados. Una distancia menor al palmo de la mano de un niño promedio de tres años y a su vez, mayor en la práctica, a la distancia insalvable entre una estrella y una cometa, que no un cometa.

El canibalismo ocular salvaje que aleja dos cabezas y los retos de pistolas al alza para terminar de una vez con la discontinuidad de la piel.

Tú, sentada, seria, rancia y opaca a la intención de mi brazo que busca tu braga. Tú, afilada y voraz mirando, destrozando mis membranas interdigitales como un pelo de segueta en espiral que corta hacia todas direcciones sin pertenecer a ninguna de ellas.
Tú, un perro llevado a la delgada línea que separa su muerte por hambre del bocado al amo.
Te me hundes, tú, aristas de icerberg, te me hincas y apuntillas, tú. Jodido clavo de cristo.

Los iris finos y dolientes, como líquidos de punta, escondidos en tacones de aguja que emulan a los feos y viscosos habitantes de las conchas submarinas.
Tu mirada que es una larva que reproduce millones de moscas en un ojo enamorado. Tu mirada como una fractura en estallido, como un petardo entre las capas de la piel, como un butrón de alfileres en el vientre recien embarazado de promesas.

Tu mirada, el atropello en pleno paso de zebra rodeado de leones. Y la otra cabeza sin nada excepto ojos. Ni escudo, ni látigo, la nada atada a un corazón emulando una cometa de las que hablaba antes, que no un cometa, de los que también hablaba antes..

Yo, pedazo de mierda seca, huérfano gladiador sin nada con lo que hacerte daño, excepto mis "te quieros".

lunes, 16 de mayo de 2011

Días de alergia.

Una mañana te levantas sin resaca y sin sentirte siquiera parcialmente cansado. Por tu cabeza, mientras te incorporas y anclas tus chanclas con el hueco del dedo gordo como eje, pasan de manera atropellada todos y cada uno de los libros que te hicieron adicto al café, a las mujeres y al olvido.

"Todo acaba por empezar", que decía el final de aquel libro extraño de segunda mano.

Ludovico toca Dolce Droga y los días de alergia se extienden como el fuego entre los matorrales secos de un monte andaluz. Una sensación de sopor, asfixia y aire encerrado en un microondas.

Sales a la calle con los bolsillos llenos de paquetes de pañuelos porque aún te queda dignidad para no llevar una máscara. Miras a las cumbres heladas allá a lo lejos mientras todo el mundo se cuece aquí entre sus deudas y sus perversiones.

"Todo acaba por empezar hasta que ellas te terminan" que decía aquella nota guardada en un cajón de una mesilla de noche de un piso de una ciudad de un mundo cualquiera.

Respiras con dificultad uno de esos días, a priori lúcidos, en que pretendías comerte el mundo. Y es que amigo mio, no hay mayor alergia que la de un perfume de mujer.

lunes, 9 de mayo de 2011

To want everything, to have nothing. To have everything, to want nothing.

Un capricho más, un sueño menos...

Escucho Sextape de Deftones mientras todo da vueltas excepto las agujas del reloj. Incluso el agua (que se niega a girar camino del sumidero) parece estanca como una ruina de cobre en una montaña sin aire.
Sirenas. Cuerpos nadando en saliva que no es la mía y colas que no llevan mis escamas puestas. Pezones de coral que arañan los ojos de los crédulos de mi categoría. En estas latitudes las bocas llevan los labios muy pintados, desfigurados de besar rocas o listillos que se las dan de piratas. Sirenas. Siluetas que nadan y bailan en océanos que me quedan tan lejos como estrellas en el bolsillo de alguien que ya no me quiere, o como esos epicentros de terremotos lunares que le ganan en lejanía al mismísimo Japón...

Pienso en mujeres y pienso a la vez en hombres que no van vestidos como yo pero que llevan corazones similares. Pienso en lo solos que deben sentirse si lo piensan tempánicamente.
Me pasa por la cabeza que un hombre es un delfín que se ríe menos y que no tiene la suerte de poder enmascarar las lágrimas con el agua del mar. Y sí, se que pueden estar pensando que la lluvia ayuda cuando uno llora, pero eso sólo es en Bergen, aquí en el sur a los hombres tristes se les ve a leguas.

Un hombre no ha nacido para nadar solo (pienso de nuevo), ni para bailar sin unos zapatos de tacón enfrente con los que tropezarse. Como dijo Bono "Uno no puede ser humano en el aislamiento. Todos nos necesitamos". Aunque Bono, que era listo, no se atrevió a decir que lo más jodido es encontrar a ese alguien que te necesite y al que tú necesitas. Y cuando hablo de necesitar, no hablo de necesitar pedazos. Hablo de necesitar enteros. Y eso es casi tan difícil como no acordarse de la muerte cuando ves las manos de tu abuelo.

¿Simbiosis? Una puta. La reina del escondite después de Bin Laden.

Pero yo iba hablando de sirenas, delfines y hombres aislados a su suerte. Iba hablando de todo eso pero en el fondo lo que me trajo aquí fue querer hablar de esa mezcla extraña de deseo y capricho con decepción y asco. Venía a hablar de cuando tienes muchas ganas de algo, de conocer a alguien, y una vez que lo haces te sientes hueco como todos los pozos negros del mundo en una misma habitación. Quería hablar de eso que yo mismo he titulado "el mecanismo deseo/capricho - realización/consecución - olvido del objeto/cuerpo". Un mecanismo que habita en la raíz del cabello del hombre, en la base de su cráneo, en la longitud prohibida del alcance de sus sueños. Un proceso de tres pasos básicos de orden inalterable tan anciano como las manos de un curtidor de cuero y tan engañoso como una mujer en pijama.

Pero yo venía a hablar de eso y al intentar hacerlo de carrerilla y sin pensar, lo realmente cierto, es que he acabado pensando de más.

Ahora la pregunta debería ser quizás: ¿Es la definitiva, es acaso la última?¿Habrá más mentes como ésta que a priori se presentan follables como el orificio artificialmente oradado en un melón y que después pasan a ser simplemente la cáscara mal aprovechada de una sandía? ¿Cuántas "decepciones" me quedan para llegar al cupo?

O quizás: ¿Merece la pena?

Me acuesto igual que llegué porque no me he respondido. Dar palos de ciego sin piñata podrán pensar algunos. Al menos me queda la satisfacción de que cuando no puedo responderme preguntas como esa no suelo usar la cabeza para romper la piñata, uso la polla. Y la verdad es que va bien, porque acaba doliendo menos.

domingo, 1 de mayo de 2011

Valeria

Canto estrofas que no me pertenecen, cuento ovejas que nadie reclama. Y mientras tanto ando porque aún en mi diccionario andar no es un verbo prohibido, como amar, huir o darse la vuelta.
La noche se hace espesa como una natilla. La luna sonríe hoy más puta que nunca y mis pasos de miel y azogue se ahogan en segundos interminables mientras el eco parece haber desaparecido de las orejas de las cosas.

Nadie folla hoy en los portales, nadie llora, nadie azota. No se escuchan gatos, basureros ni truenos. Aceras sucias llenas de tiestos y plantas sin flores, sin sonrisas, sin tallos.

Canto dentro de mi cuerpo como un antiguo buceador de corales que destroza versos dentro de la dérmica escafandra. Soy un astronauta sin planetas que usurpar al cielo, sin nave, sin soles.
Pero jamás blasfemaré mirando a las estrellas. Jamás osaré a llorar gotas que pertenecen a la lluvia.

Llego a la calle de Valeria y hay decenas de aparcamientos libres y eso es extraño porque todo el mundo quiere vivir cerca de sus cuerdas para tender la ropa cuando huelen a bragas y a flor de lavanda. Y camino a mi litera encuentro obras a medio terminar, grafitis de adolescentes cuyos alias no interesan a nadie y un viejo cubierto con un cartón que susurra lo que parecen sonidos eslavos a medio cocinar. Y todo parece estar quieto y vigilante, como uno de esos gatos barrigones que presencian una matanza. Y la espiral, el bucle, el huracán que revuelve
Y yo escucho canciones que no llevan a ninguna parte. Y tengo un auricular roto y así llevo una oreja en la música y la otra en la ciudad. Una vida escuchada a medias y es que ando solo en la calle porque nadie quiere escuchar los pulmones de alguien que sólo quiere expirar la verdad.

Ni una puta camiseta tendida, ni una botella rota.

Estoy a punto de llegar a casa y cojo la llave. Decido tatuar un verso de Machado en un árbol. Araño hasta que llora. Casi ilegible, tras cinco minutos, se puede intuir: "Hoy es siempre todavía". Guardo la llave apartando las endorfinas de mi bolsillo que siguen haciendo gárgaras en cerveza. Subo por las escaleras, el ascensor puede llamar al vómito.
Me tumbo, todo da vueltas, recuerdo de nuevo a Machado, esta vez diciendo: "Descubrí el secreto del mar meditando sobre una gota de rocío."

-Y en mi caso fue el alma de una mujer, viéndole como trataba su propio ombligo- Vomito mirando al techo...

domingo, 24 de abril de 2011

Domingos vertebrados en lluvia.

Uno se tira en la cama y tiene la suerte de poder ver el cielo desde ahí a través de la ancha ventana. En su mano, ese bendito margen de maniobra que consiste en pensar las cosas mirando simultáneamente las nubes, imaginando formas, sin prisa, poniéndole nombre a las cosas que no han de tenerlo.

"Mi cáncer, mi vértebra, mi ruido de volcán.
La furia contenida en un bote de fabes precocinadas o en una caja de zapatos.
El sonido de no mirar atrás.
La pelea de las mayúsculas por decir tu nombre.
Mi iracunda fiera interior con dientes hasta en las zarpas para destruir y comer, comer y destruir, ya no importa el orden.

Sien derecha. Sien izquierda.

Y la incertidumbre como un tornado que da vueltas sobre su propio eje de misterio.
Ese "si seré o no visto" habitando los coloretes de un niño escondido por primera vez en una alacena, un baúl o cualquier desván lleno de polvo y cosas viejas.

El paso del desasosiego al hartazgo cruzando...
el paso del desasosiego al hartazgo cruzando...
atravesando mi cabeza sucia y gris que se autoremienda a si misma mientras se vuelve loca los domingos de lluvia."

Pero después miro las fotos del salón donde sale gente sonriendo, donde sale el sol, donde se marchan las nubes y yo dejo de imaginar formas, nombres y ruídos, mientras por el balcón anidan gaviotas, y deja de tirarse gente y las madres cuelgan geranios, y la gente sale a correr por ocio, obligación y liberación de sus propias piernas. Y entonces suena "Light & Day", y me doy cuenta de que aunque todo esto ha pasado, nada ha terminado, las cosas siguen girando.

Y mi vecina ha hecho de nuevo tostadas...para que yo me coma el mundo.


sábado, 16 de abril de 2011

Páginas. Comedias románticas. Tardes de Sábado que parecen de Domingo...

Desde la imparcialidad que me da escribir sobre algo parecido a las hormonas agitadas en un bolsillo, al amor, a la incandescencia de los cuerpos, al destino, la casualidad, el olvido, el abrazo y el desayuno en la cama, con ésta, mi cara de tonto habitual mientras toco mi paladar con la lengua y aprieto mi férula de descarga antibruxismo con los colmillos, e intento obviar una presión intracraneal añadida (PIC) causada por un abuso de ron y verdades en la noche de ayer, sentencio que siempre se acaba pasando página, y me doy cuenta de que es jodidamente curioso que se trate de algo que no he aprendido precisamente a base de leer libros. Las páginas de Henry Miller me han enseñado cosas como que "la mejor forma de olvidar a una mujer es convertirla en literatura" pero no me han dicho mucho sobre sus canciones, los bombones equivocados, los cafés "solos" y las lunas a mitad.
Escribo de nuevo desde la imparcialidad que da haber sufrido más que muchos y menos que cualquiera, y pensar, sobre todo, que las comedias románticas tratan de personas que sufren y sonríen a la vez y que pasan gran parte de su vida con cara de ingenuos por no decir con cara de gilipollas sin saber cuanto cuesta el kilo de tomates pero teorizando sobre el abandono de los cuerpos al destino de las cosas dulces. Tipos y tipas a los que abrazarías pero a los que jamás follarías más de dos veces. Personas que dicen (sus) verdades de manera entrañablemente aterciopelada, absurdamente tierna, graciosamente simplista. Verdades que cursan sobre echar de menos, echar de casa, echar al fin y al cabo, y que argumentan con decenas de teorías pseudocientíficas y con base sociológica en el real y fundamentado pragmatismo que se te otorga cuando lloras más de dos días por el mismo coño o el mismo recuerdo (¡qué viene a ser lo mismo!). Todo ello creado para explicar lo inexplicable, para simplificar lo inabarcable, para que el mundo no se tome en serio y solo unos cuantos pensemos que reirse de eso que llaman amor es una manera más de no entenderlo, o no querer hacerlo.

Por cierto, no espero que lo entiendas. Sólo ve "(500) Days of Summer".

martes, 5 de abril de 2011

AdolesZentes Zulús


Zambullidas adolescentes en el particular zoo de mi azotea.
Donde los zarpazos en zigzag de osos escandalizados pretenden crear zebras en la espalda ajena,
rombos en la parte baja del púbis, en el zulo de tu coño.

Pequeños arañazos de silencio y céfiro azotan las sábanas blancas, los trastos viejos.
La zona prohíbida e inhabitada sita entre tu lóbulo auricular y tu nuca.
El zócalo de mi fálico centro parece zollipar pizcas de seminales entretenimientos.

Yo prefiero zozobrar con cierzo, nada de vientos primaverales.

Pero las circunstancias de Dios no se eligen ni en los cementerios,
y ahí nos tienes a ambos dos con nuestras teces,
nuestras cortezas,
nuestras desconfianzas y nuestros canguelos.

Chapuzadas en el sol, en la luz integradora del cielo,
nuestras mandíbulas hacen el sonido de dos piezas de reloj engranándose y engrasándose en un atestado zoco turco de azafranes y azufres.

Follamos como dos zoquetes peleándose sobre el limo. Como dos zampabollos frotando sus barrigas llenas de mariposas.

Uno de tus zarcillos de zafiros parece cercenar partes de mi lengua impúdica y ante un mordisco lunar de mi paleta derecha el tiempo dice basta y tus pezones sigue.

Zarandeos, requiebros, instantáneas ante el crepúsculo.

La lengua zazosa que besa y no sabe decir la verdad y los pulmones hinchados de olvido como un enorme zepelín,
porque los globos son demasiado pequeños para nosotros, para ellos, para cualquier luciérnaga enamorada.

El zodíaco narra fabulosos días de playa holgazaneando al sentir de las olas.
Nuestros dedos escriben borrascas en rascacielos.

Nuestros dedos son zapadores colocando pólvora en tus zapatos para que vueles más alto que el cóndor.
Los colmillos son zapatiestas y fiestas de alcohol en la piel, iracundas acometidas hacia la sangre subdérmica.

Amamos a zancadas,
grandes pasos de calor asfixiante.
Destrozamos a paso ligero,
gigantes e inaudibles confesiones de pérdida y olvido al más estilo zulú.


martes, 29 de marzo de 2011

Amor utópico según Marx

Hasta la ex-tenuidad de la saciedad... porque el marxismo de los vientres, de los dientes, de la saliva y del esqueleto en general incluyendo la mayoría de partes blandas, inclusive cartílagos y halagos, no es otra cosa que dos alas de proporciones gigantescas y pesadas como simples plumas, con las que volar y volar y volar, hasta el infinito de los días, hasta la plenitud de las entendederas, hasta el límite inabarcable de la felicidad; si es que eso existe...

Nocilla blanca

Vamos a tatuarnos mierdas insustanciales porque el mañana no existe y quedan bien con mi camiseta de tirantes.
Porque la nueva nocillomanía blanca es un oxímoron muy triste pero real entre intelecto y vacío.
Aprender de memoria lo último de "Love of Lesbian" y tildar de zorra a la Callas.
La falta de aprecio por la piel, la falta de aprecio por la sien.
La asquerosa y saturada batalla de leer informaciones para usarlas el sábado junto con la cerveza, y olvidarlas el domingo tras la almohada y un pinta labios diferente.
Las superficies de contacto como entes vacíos y los agujeros de la carne como recipientes de miedo y semen.
Golondrinas. Marineros. Carpas.
La debacle de Shakespeare. El auge de Panero.
La electricidad como conductor de letras, imágenes y ruídos, pero ya no más de mordiscos.
La miscelanea y los cajones desastre como refugios cool y permitidos. Los posicionamientos nobles como suicidios asistidos.
Tinta por encima de sangre...quizás eso sea lo más triste...




domingo, 27 de marzo de 2011

Las cosas rotas

Las cosas rotas como las sillas, el pasado y los dedos siempre han sonado tristes.
Las cosas rotas rompen la luz, ahogan la muerte del espacio usado, paralizan el baile de Cronos.
Las cosas rotas plañen, rara vez sangran. Se ramifican, se estratifican, crecen hacia lo profundo de las razones para salir corriendo y te suelen dejar una enorme cara de tonto.
Las cosas rotas se apellidan desesperación, impotencia y quebranto. Sin embargo tienen millones de nombres, la mayoría de ellos son nombres de enamorados, o nombres enamorados, u hombres enamorados, u hombres desangrados.
Las cosas rotas suelen tener forma de nube, de teclado, de edredón, pocas veces de huevo, aunque cuando eso pasa suelen despertar simpatía.
Las cosas rotas son distorsión de una eléctrica en un altavoz un domingo de resaca.
Las cosas rotas como los portazos y los abrigos o los bolsillos de una mochila.
Las cosas rotas como Donnie y Eva, como el güisqui, el adios y los trenes que no vuelven nunca.
Las cosas rotas...

jueves, 24 de marzo de 2011

Tropiezos

Piedras. Muchas piedras y de todo tipo. Romas, angulosas, grandes, estriadas, grises, arcillosas, con forma de nube, con forma de sueño, con forma de caída vertiginosa, de sofá, de melena rizada, de botellín de cerveza, de ruído, de nueces, de ramo de flores, de escapada a la playa, de huída, de girafa, de asiento trasero de un Corsa. Más y más piedras. Azules, con pecas, sin cartera, rellenitas y amantes de París y las cerezas.

Mis tropiezos llevan nombre de mujer cuando bien pudieran ser piedras... Inertes y olvidadas piedras sin nombre.

viernes, 18 de marzo de 2011

Días

Hay días y días. Hoy mitad rastrojo, mitad poesía. Minerva de Deftones y un ejemplar de prosa salvaje en la mochila. Cerveza Alhambra. Olor a Provolone. Las horas pasan lentas, resbalando, minutos de miel. La gente bebe por la calle porque hay que romper la ley. Hay tres mil rebecas colgadas en su percha este mediodía. Sol bendito, inquebrantable, justiciero. En las tiendas huele más a vainilla que a lavanda. No pasan trenes, el pueblo los ha cogido todos,nadie quiere dejar escapar las oportunidades. Se golpean tuberías para ver si es verdad que ya no existe lo hueco. La ciudad se ha levantado. No existe alquiler, ni renta, ni posesión, hasta las rejas son libres. Llega Beirut destrozando la acera de la avenida principal mientras suena "Nantes". Ciento treinta y dos grilletes anclados a el puente. Dos mil ciento veintiocho candados anclados a la pierna de un tipo que se atribuye la imposibilidad de amar. Todavía se paladea el olor a pan y son las cuatro de la tarde. Balcones engalanados con bragas y paños de cocina. Balones, trompos, canicas y columpios que se quejan entre los engranajes de la felicidad y el sonido infinito de la risa de un párvulo. Formas, bultos hechos con sabanas y restos de neumáticos. En la azotea de Asunción 32 hay un chaval con su mesa de mezclas. Sueña con el sonido interminable. Una caterva de mujeres gritan de rabia. Quieren que los hombres también tengan la regla. Y las ollas revientan sus pitorros porque el cocido ya esta listo. Los niños dejan las cosas recogidas, parten el pan, se manchan y se pelean porque no quieren las verduras. Lo más triste es que sólo hay dos tios que se han parado a pensar en su vida y en el camino y en las zanjas y en el ruído que hacen las cosas cuando todo va mal. Sólo dos. Yo y mi espina. Yo y mi vientre, mi jodida barriga llena de inconformismo brutal.

jueves, 17 de marzo de 2011

Canales

Ese flequillo roto cubriendo una peca y el denso humo grisáceo en los labios agrietados. Fresas rotas, que no podridas y demasiado frío para estas latitudes y para estas fechas, sobre todo si eres de esos que bombean besos de brasero.
Hay muchas cosas que no entiendo y el por qué a la gente le encanta andar en Marzo igual que en Noviembre es una de ellas. Pero yo ya tengo veintiocho y cicatrices tan grandes como Sudán, lo cual bien vale al menos como tres sustos de experiencia con dos mortales y tirabuzón incluido.

Quizás por eso soy difícil de engañar... Aunque reconozco que con una combinación perfecta de prisa, sudor, caricias y lluvia soy tu tipo embaucado favorito. Si cambiamos la lluvia por ginebra o el sudor por tequila paso a tener quince años y creo todas las historias de centauros y fantasmas, puedo tatuarme "Dolores" en el antebrazo e incluso cortarme un dedo por amor.

Pero como iba diciendo hace demasiado frío para ser convencido de nada caliente.

Sopla un ligero viento que no levanta olor a suciedad ni a orina en los canales cercanos a la estación de tren. Ella termina de mear en esta calle perdida por la que apenas pasa gente, junto a un canal diminuto donde yace dormida a duras penas una góndola vencida. A nuestra derecha un puente cascado y lleno de arrugas, un abuelo lleno de pisadas. Vuelvo en sí al escuchar ese sonido característico de un pañuelo acariciando una bulba. Le doy su máscara veneciana cuando aún ni se ha subido las bragas. Tengo flashbacks de "Eyes Wide Shut" ¿Qué cojones hará en Venecia si dice ser de Belgrado?

Pasan unos diez tipos disfrazados de mosqueteros. En lugar de musket o espadas rapieras, blanden botellas de vino del Véneto. Cantan en italiano y muy alto. Yo miro a otro lado, estoy algo borracho y acabo de colocarme mis Pioneer M280 con Hybrid Theory a todo volumen. La chica serbia me habla aunque no la escucho, lo se por el movimiento de sus labios o más bien lo intuyo. De repente la agarro del antebrazo mientras admiro sus venas turquesas. Curioso: sigo sin estar empalmado.

La ciudad licuada llena de escondrijos para rebeldes y nosotros dos bebiendo cervezas. Los árboles exprimidos, las aceras retorcidas, las papeleras de enredadera. La ciudad de los enamorados dicen por ahí y mientras tanto mi polla sigue sin darles la razón...

jueves, 3 de marzo de 2011

Grunge

Tengo un colega que se partió el cuello en un concierto de Nirvana. Fue allá por el 92, en el Reading Festival, si mal no recuerdo. Estaba muy drogado, según él casi en trance. Lo único y último que recuerda es estar mirando al suelo, a sus zapatillas, y pensar que los cordones eran serpientes. La última canción para él esa noche fue "In Bloom"...Paradójico, inquietante.

Algunos testigos dicen que un tal Sean Corvey se lanzó desde el escenario y le calló justo encima de la nuca, reventándole el cuello. Consecuencia: fractura de C4-C5. Tetraplejia. Espasmos severos. Ausencia de control de esfínteres. Escaras y olor a muerte. Alguien que te lave. Alguien que te de la cuchara. Alguien que te peine. Alguien que te masturbe. Alguien... siempre alguien.

A mi colega le gustaba el Grunge pero no lo entendía ¿Por qué tanto pesimismo, por qué tanta mierda? Me decía siempre en Billy's con una cerveza en la mano y una sonrisa en la otra.

Ahora, desde su silla de ruedas se maldice por no haber nacido en Seattle. Entiende a Kurt Cobain y a Layne Staley, de hecho quiere que yo lo ayude a morir porque si su madre ni su hermana se atreven. Un chute de caballo enorme, me dice siempre. Quiere visitar a Kurt y Lacey. Quiere ver si han envejecido. Hablar de la muerte con ellos. Ver "American Psycho" con ellos. Decirles que Chris Cornell es un fucking faggot y que ya sólo hace bazofia y que él también debería haber muerto en su día, con "Black Hole Sun", o a lo sumo justo después de "Audioslave". El resto de su vida, según él, sobra.

Miro a mi colega llorar y me acuerdo de cuando sonreía, porque ahora sólo él entiende el Grunge; sólo él es Grunge; puro, apestoso y furioso Grunge.

miércoles, 23 de febrero de 2011

Prismas - Puzzles

Puedes llegar a creer que caes desde el Sol si miras fijamente una farola. Todo eso y muchas cosas más puedes llegar a creer si te dan de comer tres veces al día, te ofrecen ropa nueva, alguien a quien amar y un espectáculo televisivo donde poder llorar sin que nadie te vea.

Pueden hacerte creer que amar es dar golpes de ciego, que volar no existe y que todos aquellos caballos de batalla con una pierna rota no van a ser sacrificados. Todas esas cosas y muchas más que disfrazan y camuflan con parches para mantenerte ignorante.

La vida está llena de prismas pero nadie te va a enseñar eso. Dar opciones, ofrecer posibilidades, todo eso no está contemplado en las grandes agendas. Que nadie se atreva a quitar los parches del ojo pues supone cortar brazos al poder único, cercenar dinastías cuyo fin es el dominio del dominado.

Mi escuela, tu escuela, son fábricas de grilletes. Los gobiernos son galeras atestadas de oro podrido y esclavos con chaqué. El destino es el control, las mordazas, y si uno se resiste, si eso no funciona, nos coserán los labios con billetes.

¿Se supone que has de verlo todo a través del prisma educacional? ¿Se supone que has de tomarte la medicación? Podemos preguntarle a Panero, a Gogol. Suposiciones.

La oblonga línea que separa la eyaculación del espíritu cuando te acuerdas de ella, reducida a tratamientos antidepresivos, nunca a seguir andando, a bagaje, a aprendizaje, a tatuajes, a cicatrices, a mirar las marcas para saber que eso no se hace porque duele, o que se debe hacer porque quizásnecesitemos sufrir para bajar al suelo.

Aprender molesta, llena huecos que han de permanecer vacíos. Así funciona la carrera hacia el olvido forzado. Las metralletas lanzarán mensajes impregnados de odio. La despiadada ergástula en la que te encerrarán por miedo a que digas demasiado, a que pienses demasiado, a que sientas demasiado.

El mundo sigue girando ahí afuera mientras nos creemos hombres libres, capaces de decidir.

Caída libre desde el Sol con las manos atadas a la espalda. Derrumbe de puentes. Terremotos sobre puzzles. Una vida reducida a una mentira: nuestras esposas son sus engaños.

martes, 15 de febrero de 2011

Diálogos incompatibles I

-Alguien empuja las nubes, no me jodas. Y no me vengas con el estoicismo y todas esas corrientes presocráticas. Ya sabes que me paso a los sofistas por los huevos-

-Mi horóscopo dice que sólo me llevaré bien este fin de semana con Libras y Sagitarios. Por cierto ¿qué signo eres? Jamás te pregunté-

-No es normal la manera en que se mueven, imagino bailarinas de vapor de agua, carreras de cuádrigas a base de moléculas de hidrógeno. Creo que o he bebido demasiado o me he drogado demasiado, pero es que me niego a creer que sea únicamente el viento. Hoy estoy romántico y este cielo no lo puede mover el viento-

-Anuk es Géminis ¿verdad? Ahora lo comprendo todo-


-Paso del viento, paso del puto cielo, me va a dar tortículis de tanto mirar hacia el techo de las cosas. Paso de la filosofía, no me hace bien preguntarme tantas cosas. No se dónde coño vamos ni de dónde venimos, sencillamente porque nadie lo sabe aún. No soy más tonto que nadie ni mas listo que los demás. Paso de preguntas en serio, siempre en el suelo y aspirando a volar. Siempre desechando el suelo como la raíz de mis sueños-

-¡Ah! lo olvidaba...El pasado domingo me tragué toda la filmografía de Jim Jarmush con Juanca. De atrás hacia delante, claro, como deben verse las filmografías. Hay que respetar la cronología ¿no crees? Es como si alguien decide juzgarte con proyecciones de tu vida no lineales, a base de saltos arbitrarios en el tiempo a modo de flasback. Para comprender hay que analizar los surcos de las pieles desde el origen hasta el final, de lo contrario podemos correr el riesgo de estancarnos en la endiablada mezquindad de cualquier peca. Está buenísimo este tema. Da una lucidez del copón. Juanca dijo que si fuera tía estaría enamorada de "Bill Murray", aunque lo odia por "GhostBusters". En "Lost in Translation" y "Broken Flowers" admitió haberse masturbado por lo callado y lo mojigato de Bill. Juanca es un enfermo y odia todo lo que tenga que ver con los ochenta. Seguro que hay un nombre para ese fobia. Juanca me ama, me lo dijo el otro día antes de bajar la basura, aunque estábamos muy ciegos-

-Yo te odio desde que te gusta el cine de autor y toda esa mierda de serie B. Tú ves tipos arriesgados donde yo veo niebla y pretenciosos con tirantes. Creo que te pega más Juanca, su colección de cine es más acorde a tus gafas y tus tatuajes de golondrinas-


-Juanca no folla como tú. Juanca no sabe sacar a pasear a Mister T sin que se le cague en el portal y lo peor de todo es que es vegetariano-


-¿Ya te lo has follado?-


-Juanca no tiene tan buen gusto. Le pregunté con que se quedaría de Lynch y el muy gilipollas me dijo que con "Wild at heart" . Además, se come las uñas de manera compulsiva y el otro día leí que las personas que lo hacen son un veinte por ciento más propensos a padecer trastornos depresivos y ya sabes que yo odio buscar un pintalabios y encontrarme de repente con un bote de Fluoxetina-

- Bueno, eso me deja mucho más tranquilo- Dije yo pensando en que ese idiota podía tenerla muy grande pero había obviado "Blue velvet".

jueves, 10 de febrero de 2011

Cagar mientras se escribe o viceversa.

Me voy al baño dispuesto a cagar con sobriedad. Tomo mi Netbook y abro una "nueva entrada". La pantalla casi toda blanca y esa maldita barra negra parpadeante que te achucha a escribir.
¡Vamos valiente, algo bueno o al menos con un poco de sentido esta vez! parece decir con sorna.

La presión intermitente de su parpadeo cierra mi esfínter. No puedo cagar y me estoy cagando. Jamás pude con la presión. Es una de las razones que alegó para marcharse y dejarme con lo puesto. A ella me refiero, no a la barra, esa nunca me abandona.

Escribo algo: Un artista nunca será pobre...

Borro.

Menuda bazofia, menuda farsa, y encima como encabezado, y para más inri aún si cabe robado de tu película de ayer (El Festín de Babette) ¿Es eso todo lo que tienes? Me pregunto con rabia hacia mi mismo.

La barrita negra de los cojones sigue ahí y por un momento creo que se ríe de mi.

No puedo cagar mientras pienso en que escribir. No puedo escribir mientras pienso en que cagar. Aunque si me paro a pensarlo detenidamente e intento mirarlo desde el cielo con una de esas vistas de halcón todo se muestra mucho más fácil.

No puedo desprenderme de dos cosas a la vez desde que me dejaron vivir solo. Creo que perdiendo doble la vida se me va a acabar antes...Y ya saben, letras y mierda de una sola tacada es algo que no me puedo permitir.


domingo, 6 de febrero de 2011

Cerebros clitorianos

Todos esos de la barra que parecen beber por costumbre, acodados con despreocupación mientras simulan leer las etiquetas de las botellas o ver más allá de los secretos del vidrio, otras veces con la mirada perdida en una luz tenue, cuasi apagada, o en un punto fijo que puede ser un cartel de un concierto de los Pixies o un desconchón en la pared provocado por una botella mal abierta, un enfado de un camarero que no servía para psicólogo o una pelea de dos cervezas...

Mmmmm...

¡Ah! Sí, como iba diciendo, todos esos tipos que a priori pudieran parecer sin modales, con pose chulesca y altiva de tipo mal encarado, vaciletas, chuloputas, kies de pastel.

Todos esos fumadores de viento y noches de raso más que de humo, amantes de las Jam Session de los Domingos cuando todo el mundo come salchichas a la cena mientras ve los resúmenes de la liga pensando que mañana será otro jodido lunes, pero que en cinco días será otro tremendo viernes.

Todos esos tipos, algunos con y otros sin sombrero, de caras indefinidas, pantalones indefinidos y jerseys indefinidos, de manos de seda unos, y de esparto otros, de venas como churretazos de miel y de ombligos llenos de pelusas, con perfumes recios con toques de madera.

Todos esos tipos tienen tanto que hablar que callan. Y yo podría entrar por la puerta con la barbilla por encima de la frente y pateando banquetas mientras grito que todos ellos son menos que yo, menos que cualquiera, que me coman la polla porque estoy borracho y tengo aires de grandeza napoleónica, o que se vayan a chuparla que los bares están llenos de asépticos y ascéticos sentimentales. ¿Se imaginan?

¡Que no escriben poemas ni a la de tres porque les da vergüenza sentirse unos maricones por vomitar en horas que no son de trabajo!

Todo eso y más podría y no lo hago...porque en el fondo no lo siento, es pura fachada como la suya, es otra pose y otras gafas de sol indefinidas pero de cristales oscuros para que no te vea nadie pero para tú observar con detenimiento a todo el mundo, porque en el fondo todos ellos quieren lo mismo que yo, en el fondo yo soy ellos y ellos yo. Todos quieren una boca que beba vino con ellos, una almohada a medias, dos cepillos de dientes en el baño, sobras de comida en tupperwares para compartir y un coño, un buen coño de esos que tienen un cerebro como clítoris y dos alas por labios, un cerebro al que follar y follar y follar sin sentir aburrimiento, hastío niaspereza sentimental; un coño con el que volar de la mano, catapultarte o hacer de hombre bala.

Un coño con el que dejar de soñar...

jueves, 3 de febrero de 2011

Besos de Akira

Si tras uno de sus besos tienes la misma sensación que cuando terminaste "Dersu Uzala", estás ante un serio problema. No sabrás si es libertad o rendición, verde o gris, verano o invierno, flecha o escopeta, amor o amistad.

Y los problemas de identificación, querido amigo, son tan inexpugnables como sus ojos mar turquesa, que son de esos con peajes, exámenes y controles policiales con cadenas de clavos.
Las dudas, los temibles saltos al vacío, poner a cada cosa un nombrecito y llamarla como tal. No equivocarse. No resbalar ni tropezar. Disparar cuando hay que hacerlo, y lo peor de todo: acertar.

Y digamos que lo consigues. Aciertas. Diana. Puntería. Celebrémoslo. Y en esa misma noche de cervezas aparecen de nuevo los besos de Akira. Es como si pegas la oreja a la puerta cerrada de la cocina y no sabes si al otro lado hacen el amor o simplemente preparan un desayuno con zumo de naranja y tostadas.

Cuántas veces hemos estado de puntillas en el precipicio y nos ha entrado el canguele. Cuántas, dime. Cuántas hemos andado picando hielo con las cerdas de un cepillo de dientes o intentando espantar las moscas a soplidos.

Los besos de Akira, una vez más. Maldita puta. Nunca me gustaron esas "ambis": ambivalencias, ambigüedades. El regusto a buen jamón en la garganta donde nunca sabes identificar la delgada línea entre lo amargo y lo salado. El ideal del equilibrio salival ametrallado...

Y lo más triste es saber en lo más profundo de tu corazón que quien te disparó era una mujer sin pistolas ¡Eso sí que jode!

domingo, 30 de enero de 2011

"Ones"

Aunque hoy luce el Sol, se que es jodidamente temporal. Una semana de lluvia mata mis adentros y mis muebles. Inundaciones, menstruacciones y miles de cosas que terminan en "ones" que odio, pero sobre todo esas dos.

La lluvia lava, estamos de acuerdo, se lleva cosas, las arrastra, las pierde y a veces eso es la ostia. Pero otras me mataría por permanecer seco, porque todo estuviera quieto, totalmente inmovil, perenne, como son las cosas que más nos gustan en fotos: para siempre.

Una de las razones más mundanas de mi odio es que la ropa tarda demasiado en secar y tengo tendidos desde hace dos días mis pantalones preferidos, y hoy es domingo, y quiero ir a aprovechar el parque, las terrazas, el sol, la cerveza y las miradas, y tampoco quiero sentarme en un café con los pies llenos de barro, y no quiero dejar huellas, y no quiero que nadie sepa donde estoy, y mucho menos que se me calen los calcetines porque un puto charco se ha colado en mi itinerario, y que luego huele todo a humedad ¡copón! y me jode ese olor, me recuerda a cuando era chico y mi madre me reñía, y paso. Y no es buena esa nostalgia hoy que hace sol. Y no es buena tampoco los días de lluvia porque la vida se convierte en numeros muy grandes elevados exponencialmente a otros números más grandes e igual de tristes. Y el resultado es vino y películas en blanco y negro y yo no quiero ahogarme, ni autoamordazarme, ni que mi vida suene como un desatascador cuando ando (zghushh, zghushh, o algo así) porque tengo las suelas empantanadas o porque piso cosas que lloran.

Yo no se si soy entendible, identificable, palpable...En resumen, hoy es un día perfecto para tomarse una caña.

martes, 25 de enero de 2011

Creencias de hormigas

Prólogos, presentaciones y unas avellanas, ahora un nudo lleno de vodka con zumo de naranja, un desenlace cargado de Ólafur Arnalds y ruídos de muelles, y un epílogo que es un portazo en toda regla, o un tipo con cosas que no hacer huyendo de puntillas.

Por qué todos creemos. Por qué tan crédulos, tan inocentes a veces, tan "no va a volver a pasar de nuevo, a mi no, joder, debe quedarme algo de suerte". Pero no, no queda, porque la suerte son golondrinas en días de lluvia. Porque existe la puntería sobre todo cuando hablamos de cosas jodidas. Y la suerte no se tiene. Se crea, se destruye pero no se tiene, ni se guarda. La suerte acude a la suerte, se follan, procrean y crean un tipo iluminado que no sueles ser tú, ni tu primo ni tu vecino. Normalmente la suerte es una prolongación del dinero, de las tias despanpanantes en jacuzzi y de los coches de gran cilindrada con el maletero lleno de puro MDMA. Pero otras veces la suerte no es otra cosa que prolongaciones de nuestras extremidades en forma de estrellas, carreras de hormigas en la tripa, treinta niños empujando columpios justo debajo de la piel. Esa suerte me da que pensar, ese tipo de suerte me da ganas de enterrarme y beber fluidos vaginales por una pajita.

Seguimos creyendo. Nos sentimos capaces de marchar sin que nadie nos escuche cuando cerramos la puerta muy despacito, a veces hasta colocando el pie en el hueco para que haga de freno. Pero no, error, otra flecha que no hace diana. Siempre hay un chasquido, gilipollas, y siempre hay alguien que nos vio y oyó marchar, pero que nos deja, ya sea por pereza, por que le da igual, por resignación o bien por que fuera del edredón o del caparazón hace demasiado frío como para entenderlo o discutir las cosas.

Porque todos creemos que las cosas van a cambiar si las pensamos bien fuerte, con los ojos cerrados; o si las escribimos con rabia arañando el papel con la punta del boli, destrozando las palabras. Porque todos lo creemos acabado, cuando ni siquiera está empezando.

Y no puedo dejar de hablar de creer sin hablar del libro de ayer. Prólogo, introducción, nudo, desenlace, epílogo. Y a todo esto el cuerpo de la historia tumbado boca arriba, pidiendo canciones como quien pide auxilio, llantando meses de Abril en lugar de meses de otoño, como quien cambia cromos.

Yo, tu tipo duro, cerdo y pretencioso que folla, te roba una toallita del Mercadona, se limpia mirando a ningún lugar, dice hasta pronto y se va. Tú, la chica buena, la romántica, la que sólo quiere acariciarme después de correrse y la que hace listas de reproducción llenas de Chet Baker y engaños.

Las cosas se reducen a eso, a crédulos y a tipos que se creen demasiado listos como para creer en cuentos de hadas y correr por despeñaderos sin tropezarse, pero que la acaban cagando.

Reacciones de explosión y disoluciones de cuerpos celestes.
Somos dos hormigas sin escapatoria en una probeta de un laboratorio de química de cuarto de E.S.O.
Y mientras sigues maldeciéndome y yo sigo bajando los escalones de dos en dos o de tres en tres.

La luna se yergue llena y fatua, como tus muslos llenos de saliva y morados de mis dientes.

En la esquina hay un tipo que vierte restos de fanta sobre una linea de hormigas.

Tú y yo, dos crédulas hormigas en una probeta sin suerte...

lunes, 24 de enero de 2011

Falta

Ando por calles que no son mias. Hace frío. La nariz gotea y no tengo pañuelos. Me seco con el revés de la mano como un cerdo. Un olor a sangre y a coño, a sexo y redención me llega de sopetón a lo más profundo de la cabeza.

Pienso en ella por un momento, en sus zapatos, sus libros en otros idiomas, sus apuntes, sus cremas, sus pecados, sus secretos, sus rodeos. Pienso en códigos de imágenes, en canciones, en sábanas y en monólogos sobre el cosmos, el existencialismo barato y el miedo al compromiso.

Sigo caminando, me monto en el coche. Conduzco lejos, muy lejos. Canto alto, muy alto. Grito fuerte, muy fuerte. Miro la luna y cuando quiero acordar ya estoy en casa.

El buzón lleno de 2x1, 40%, facturas, engaños y tarjetas para servicios de fontanería, pintura y arreglos en general.

Arreglos en general, sí. Quién cojones arregla este desavío-desvarío. Un albañil, un poeta, un chico de los recados. Creo que sólo un niño muy borracho, de los que siempre dicen la verdad.

Ropa sucia, la guitarra donde siempre y el suelo lleno de pelusas y pelusones. Aparco la maleta. Abro la nevera. Hay cerveza pero no quiero, no hay queso azul, ni picos, ni seres descuartizados con los que descargar mi rabia.

Llueve con fuerza. De la qué me he librado. No era una noche para conducir lloviendo, ni llorando.

Vagabundeo por la casa con la extraña sensación de que falta algo o de que las cosas están cambiadas de sitio. Marcos de fotos, ventanas, libros, cojines, zapatos. Llego al baño. Me miro en el espejo. Miro más allá del cristal, de la pared, de las tuberías, del aire, del cielo, del ozono, del miedo. Me miro a los ojos. Falta algo, falto yo. Faltan razones para estar despierto.

martes, 18 de enero de 2011

Berlin (Fuckin') Calling

La destrucción del placer. La ruptura con el cuerpo. Y esa chica colocando su cuerpo jodidamente desnudo para frenar el sol.

Are you kidding me? That's fucking insane.
Don't wanna fuck you tonight.

Los secretos de su coño. Los viajes del vientre en pisos forrados de posters hasta el techo (Foo Fighters, Radiohead). Momentos abuhardillados.

La sangre no acompaña. El cuerpo es un despojo. No se piensa demasiado properly. Más bien se siente. Lynch. Zonas bizarras. Falafel a un euro con cincuenta. Graffitis en el muro. Sentimientos de segunda mano.

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Descansar los dedos. Enterrar la piel. Hundir el pelo. Hay razones irrealizables. Pasiones demasiado pesadas.

"Hay" del verbo haber y existe del verbo "morirse de frío, solo, quieto y con el cuerpo como una mayonesa cortada".

No has de irte muy lejos para encontrar las cosas, o a ti mismo, o incluso a alguien. Pero si decides marcharte, incluso mejor, más práctico...Y ya que estás, hazlo muy lejos o muy profundo.

La teorización del caos como medida profiláctica del miedo. Y el puto miedo como susurro del escozor en momentos de adios.

Es probable que de escribir sin sentido se multipliquen los significados. No todo se queda escondido en la hierba. Hay, repito, del verbo haber y voy del verbo "no creo que nos veamos más".

Edulcorante. Mujeres acorazadas, irremediablemente locas y hartas de follar con quien les da la gana. Las de hoy, las de luego, las de no me abraces.

FUCK THAT! YOU ARE A PUSSY!

*Acompañarse puede ser una limitación de espacios. Cercenar la expansión de tu cosmos. Frenar al fin y al cabo.


jueves, 13 de enero de 2011

15.273

Nadie puede ya arreglar esto. Ni quemando todos los rastrojos se salva siquiera un mueble. Todas las jodidas patatas podridas dentro de un saco infecto. La tierra ulcerada desde bien adentro ¿No lo huelen? No es el olor del miedo, ni el de las lágrimas o las tumbas de flores. Es la trágica y desoladora pestilencia-penitencia de los casos perdidos.
¿A qué sabe la impotencia? ¿A que demonios sabe apretar los puños hasta que estallen arteriolas y deseos dando la imagen violeta de un cielo de ráfagas de metralla? ¿A qué sabe la falsa, las pirámides de poder, los hijos de puta con bigote y vara de mando, el negocio de las rayas, de la falsa nieve y del blanqueo del corazón oscuro?
Han arrebatado tanto...como limpiarse los dientes, cortarse las uñas o como separar el vidrio del cartón. Al fin y al cabo ya es un gesto cuasi-mecánico, practicamente autómata. Un disparo certero y una bala en la sesera, un esfínter que se abre, un cardumen que es más el líquido del miedo que la propia mierda. Todo se derrama en los pantalones, calcetines, inunda los zapatos y se esparce por el suelo como una vaso roto lleno de fango.
A veces pienso que la única escapatoria no pasa por marcharse sino por esconderse, que viene a ser lo mismo pero haciéndolo de una vez, sin avisar y para siempre. Y qué le follen al vecino, que yo ya vendí mi triste pistola y en esta cueva de engaño ya no me hará falta...o al menos, eso es lo que espero.