lunes, 10 de octubre de 2011

Mujeres, peceras, macetas

Las mujeres se van, los peces se mueren, las plantas se marchitan. Tras decir adiós infinidad de veces en estaciones de tren, en aeropuertos, en zonas de fumadores de cafés antiguos y puertas de teatros y cines. Tras limpiar peceras, recoger algas nuevas, y comprar pequeños buzos de juguete con escafandras a lo Julio Verne. Tras cambiar tiestos, mezclar arenas, regar incluso con lágrimas y buscar nuevas y buenas sombras. Tras toda esta parafernalia, tras todo este triste ritual, siempre llego a la lapidaria conclusión de que no puedo depender de nada y a su vez nada puede depender de mi.
Amanecen días grises entonces, días en que no para de llover y yo me quito las ideas de encima y decido que es mejor dejarlas marchar, sí, a las mujeres, y que las peceras hay que vaciarlas y quizás llenarlas de flores, y que las macetas se pueden llenar de olvidos, de cenizas de lo que quemamos para que no nos huelan los armarios, ni los bolsillos, ni los cajones, ni los adentros. Y que podemos lanzarlas, lejos, las macetas, claro. Y que si nos jode ver flores, lancemos también las peceras por la ventana. Y que si nos jode ver mujeres, o mejor dicho, verlas marchar, simplemente les escribamos como hoy, como si lo fueran a leer, como si todavía existieran en nuestros dedos...

1 comentario:

  1. se puede acariciar a las personas de muchas maneras incluso cuando se están marchando!

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Huellas