domingo, 20 de noviembre de 2011

Montaña

La llamaban montaña y su frase preferida era "Nunca nos podrá la nieve".
Con ella pasé mis mejores veranos y deshielos.
En ella rompí trineos y tragué nieve para enfriar mi alma.
Desde los cárpatos de su boca que eran una sonrisa blanca como la clara de un huevo frito, le aullaba, o aullaba en ella todas y cada una de las noches de luna encendida, con la esperanza de que me contestara "Jamás te olvidaré".
He lanzado pequeñas bolas desde lo más alto que al llegar a sus pies resultaron ser grandes problemas.
Montaña me quiso como un río y me olvidó como una avalancha. Montaña jamás fue mía como yo no fui de su roca pectoral.
La cordillera Helvética de su costado afilado me sirvió de tobogán una y otra voz al grito de "Nadie te merece más alta que yo".
Montaña no tuvo risas para mi, tuvo sonido de abetos retorciéndose.
Montaña y sus osos, y sus rugidos, y sus piñones alimentando las primaveras de su ombligo.
Montaña queriendo ser plana para no ver tanto el mundo y quererme más.
Montaña deseando ser simplemente suelo, playa, agua, adiós e infinito...


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