domingo, 6 de junio de 2010

Quién tiene la cuerda de mi peonza...

Son las ocho de la tarde, Split huele a pescado fresco y restos de calabaza. Estoy sentado junto al palacio diocleciano, observando. Siempre me fascinó el "people watching" sobre todo cuando estás en paises que no son el tuyo, en lugares que jamás te pertenecieron ni siquiera un poquito, ni por asomo. Quizás sea un defecto pecar de observador de lo ajeno cuando tengo mi propia piscina llena de escombros.

Un sol de justicia sigue atravesando el cerebro de las nubes. Yo podría decir que odio a todos aquellos que aún a día de hoy siguen afirmando que la escopeta de Hemingway se disparó sola...pero no, prefiero odiar a todos aquellos que sienten pena por mi, a todas y cada una de esas tías que me han dejado sin cerveza fría la nevera. Pero la sensación de odio no es mayor que la de alivio en estos momentos. Sí, lo sé, es una mezcla rara, agua y aceite.
El alivio de haber escapado, o de estar apunto de hacerlo. El alivio de tenerme de nuevo sólo a mi mismo, abandonado y desnudo en mi balcón con una copa de vino y pensando en azul, en verde o en sal.
Todos los veranos desde que tengo uso de razón es la misma historia: algo acaba, algo empieza, un gran cambio.
No dejamos de ser objetos inocentes predestinados al mimso error mecánico, una y otra vez. Ahora vendrá el día en el que me zambullo en la fría piscina o rompo una ola con el pecho para creerme que tengo el poder y la capacidad de decidir, pensando que nada me afecta...serás gilipollas. Te sabes el rito de memoria. Lo has hecho tantas veces, y tantas otras has fracasado, que podrías incluso narrar con pelos y señales a que sabe la derrota cuando te das cuenta de que no eres capaz de controlarlo todo, porque sencillamente no tienes el control sobre ti mismo.
¿Te conoces? No lo suficiente.

Porque...sí, es siempre la misma historia, la misma piedra, y nunca aprendes.

Un tipo solo por decisión propia que se cree capaz de estar cómodo así para siempre. El alivio de la soledad extrañada; una buena trampa.

En el fondo siempre es como rebobinar una película: los miedos y el infinito dulzor del verano que empieza a retorcer un poco las tripas.

Dese hace tiempo ya, no me cuesta reconocerlo. Aquí me tienes, con ese gran temor, mi mayor pesadilla: perder mis frases, más que perder el último tren.

No tener a nadie que vuelva a hilvanar las venas tras una sesión de marionetas. Es un juego aburrido ese de perder por norma.

Casi tantas ideas como kilómetros (sólo algunas menos) se agolpan en la cabeza jungando al squash y deseosas de salir por algún orificio, a poder ser por la boca y en forma de poema, blasfemia o gargajo, todo, claro está, dependiendo del destinatario.
Estos días pocas son las flemas y las palabrotas que he de soltar. Una sensación de aguda frescura se apoya en mis hombros como cajas de frigopies. Pero lo más curioso de todo es que parece ser un final y sin embargo todo está empezando. Es cierto eso de los ciclos y no es menos cierto aquello del movimiento, del flujo de la energía.
Nuestras vidas son locas y jodidas peonzas, y lo peor de todo es que casi siempre los paisajes o las mujeres tienen la cuerda para seguir lanzándolas.

2 comentarios:

  1. hola!me alegra leerte,hacia tiempo que andaba tratando de recibir mensajes tuyos pero no habia manera; cuando pasaras por Madrid? te invito a un caf*e.
    Isabel

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  2. piensa q simplemente tratare de darte cuerda, y sino de alli a aqui muchos paisajes trendan q aparecer/ seguro te animas a venir

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