sábado, 12 de noviembre de 2011

Una de mis musas es un rectángulo acelerado

He vuelto a coger el autobús después de años. A veces, mientras leo en cualquier parte de ese gigante rectángulo en movimiento, me detengo, miro en derredor y pienso en los sonidos de las palabras. Ajar, voluptuosidad, encarnado, gesticular...
Cuando eso ocurre, intento mezclarlas a toda costa. Me encanta cuando el resultado suena a lluvia o a verano, o a las dos cosas a la vez. Se me ocurren cosas ñoñas, sinsentidos, regalices y manzanas. Muy de vez en cuando aparece algo destacable que quiero recordar más tarde para pintarlo en las paredes de mi cuarto de baño, pero cuando tras llegar a casa, me pongo el pijama, me lavo los dientes y me planto con el rotulador delante de la inmensidad del azulejo blanco, el sonido se ha evaporado.
Hace unos días volvía a casa con más cervezas encima que vergüenza. No llevaba libro, ni cabeza, ni intenciones. Tomé el primer autobús, el de las seis y media. Estaba cargado de maletas y gente de todo tipo con destino "Estación de autobuses". Entre todos ellos me fije en una chica menuda, o ¡menuda chica! Ambas cosas valían.
No paraba de mirarse los zapatos y a continuación los del resto, incluidos mis enormes cuarenta y siete. Volvía a los suyos, esbozaba una sonrisa, se azuzaba el pelo. Todo ello en una especie de rito preconcebido. Los borrachos no suelen disimular y menos a las seis y media, así que no dejé de mirarla.
De repente, decenas de imágenes e ideas absurdas tropezándose en mis sienes como un torrente de agua.
¿Cuántos habrán existido para ella? ¿Habrán sido más o menos cabrones que yo, cuando lo fui con todas las que no supe apreciar? ¿Cuántos pasaron por su vida que no atendieron a la manera en que sonreía? ¿Cuántos litros de lágrimas habrá llorado los últimos cinco años? ¿Cuántas flores podría haber regado con ellas? ¿Será más de hacerlo de lado, o ponerse encima? ¿Le gustará el helado de pistacho?
Como un relámpago surgen tres palabras y comienzo a manosearlas, jugando con ellas en mi cabeza. Sonrío porque se me ocurre un tatuaje con ellas e intento guardarlas pero no tengo batería en el móvil. Odio estar borracho cuando no estoy bebiendo...
Vuelvo en sí y la chica ya está bajándose en la estación con su enorme maleta. Afuera arrecia el frío porque acaba de estremecerse. A mi ya sólo me quedan dos paradas para llegar a casa, y mientras el motor ruge de nuevo y se aleja a trompicones, decido observarla por última vez suponiendo que su recuerdo será la mejor regla nemotécnica para memorizar las palabras y su sonido a salvación y esperanza.
Llego a casa y antes de que pueda siquiera acercarme al baño, caigo fulminado en el sofá. Cuatro horas después me despierta la boca seca y unas ganas infernales de mear. Me incorporo a duras penas con la cabeza como una infernal locomotora a carbón trabajando a plena ebullición. Voy al servicio y mientras meo, miro la frase de todos los días escrita justo a la altura de mis ojos. "Vive por y para sentir y nunca por costumbre". De repente me acuerdo de sus facciones alejándose muerta de frío pero sin dejar de sonreir. Cojo un rotulador azul. Escribo...

"Tu sonrisa son poemas, flotadores y anclas, cuando en este mundo ya nadie quiere nadar"

Demasiado recargada incluso para un borracho. Borro e intento de nuevo.

"Tu sonrisa como flotador preferido" No...no me gusta del todo. Vuelvo a borrar.

"Mis poemas son tus sonrisas" o "Mi poesía son tus sonrisas". No, no y no. Borro.

"Sonrisa, flotador, poesía". Ahora sí. Un nuevo día está empezando.

1 comentario:

  1. A veces con muy pocas palabras basta para resumir el mundo, creo q en esta mañana lo conseguiste al cuarto intento, a la perfección!!

    Abrazos!

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