domingo, 1 de mayo de 2011

Valeria

Canto estrofas que no me pertenecen, cuento ovejas que nadie reclama. Y mientras tanto ando porque aún en mi diccionario andar no es un verbo prohibido, como amar, huir o darse la vuelta.
La noche se hace espesa como una natilla. La luna sonríe hoy más puta que nunca y mis pasos de miel y azogue se ahogan en segundos interminables mientras el eco parece haber desaparecido de las orejas de las cosas.

Nadie folla hoy en los portales, nadie llora, nadie azota. No se escuchan gatos, basureros ni truenos. Aceras sucias llenas de tiestos y plantas sin flores, sin sonrisas, sin tallos.

Canto dentro de mi cuerpo como un antiguo buceador de corales que destroza versos dentro de la dérmica escafandra. Soy un astronauta sin planetas que usurpar al cielo, sin nave, sin soles.
Pero jamás blasfemaré mirando a las estrellas. Jamás osaré a llorar gotas que pertenecen a la lluvia.

Llego a la calle de Valeria y hay decenas de aparcamientos libres y eso es extraño porque todo el mundo quiere vivir cerca de sus cuerdas para tender la ropa cuando huelen a bragas y a flor de lavanda. Y camino a mi litera encuentro obras a medio terminar, grafitis de adolescentes cuyos alias no interesan a nadie y un viejo cubierto con un cartón que susurra lo que parecen sonidos eslavos a medio cocinar. Y todo parece estar quieto y vigilante, como uno de esos gatos barrigones que presencian una matanza. Y la espiral, el bucle, el huracán que revuelve
Y yo escucho canciones que no llevan a ninguna parte. Y tengo un auricular roto y así llevo una oreja en la música y la otra en la ciudad. Una vida escuchada a medias y es que ando solo en la calle porque nadie quiere escuchar los pulmones de alguien que sólo quiere expirar la verdad.

Ni una puta camiseta tendida, ni una botella rota.

Estoy a punto de llegar a casa y cojo la llave. Decido tatuar un verso de Machado en un árbol. Araño hasta que llora. Casi ilegible, tras cinco minutos, se puede intuir: "Hoy es siempre todavía". Guardo la llave apartando las endorfinas de mi bolsillo que siguen haciendo gárgaras en cerveza. Subo por las escaleras, el ascensor puede llamar al vómito.
Me tumbo, todo da vueltas, recuerdo de nuevo a Machado, esta vez diciendo: "Descubrí el secreto del mar meditando sobre una gota de rocío."

-Y en mi caso fue el alma de una mujer, viéndole como trataba su propio ombligo- Vomito mirando al techo...

2 comentarios:

  1. En cada uno de tus escritos dejas muchas frases de esas... que cuando buscas la verdad, se te vienen a la mente.
    Me encanta como escribes.

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  2. Qué bien escribes, joer. Ha sido bueno encontrar tu blog, leí varios post, y hay en ellos un manejo increíble de la palabra con el fin de reflejar la realidad interna en la realidad externa, algo que parece sencillo, y lo es, por lo que al final resulta complejo. Leí cosas que yo he querido decir, nombrar desde hace tiempo, y no había podido. Un saludo.

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