martes, 25 de enero de 2011

Creencias de hormigas

Prólogos, presentaciones y unas avellanas, ahora un nudo lleno de vodka con zumo de naranja, un desenlace cargado de Ólafur Arnalds y ruídos de muelles, y un epílogo que es un portazo en toda regla, o un tipo con cosas que no hacer huyendo de puntillas.

Por qué todos creemos. Por qué tan crédulos, tan inocentes a veces, tan "no va a volver a pasar de nuevo, a mi no, joder, debe quedarme algo de suerte". Pero no, no queda, porque la suerte son golondrinas en días de lluvia. Porque existe la puntería sobre todo cuando hablamos de cosas jodidas. Y la suerte no se tiene. Se crea, se destruye pero no se tiene, ni se guarda. La suerte acude a la suerte, se follan, procrean y crean un tipo iluminado que no sueles ser tú, ni tu primo ni tu vecino. Normalmente la suerte es una prolongación del dinero, de las tias despanpanantes en jacuzzi y de los coches de gran cilindrada con el maletero lleno de puro MDMA. Pero otras veces la suerte no es otra cosa que prolongaciones de nuestras extremidades en forma de estrellas, carreras de hormigas en la tripa, treinta niños empujando columpios justo debajo de la piel. Esa suerte me da que pensar, ese tipo de suerte me da ganas de enterrarme y beber fluidos vaginales por una pajita.

Seguimos creyendo. Nos sentimos capaces de marchar sin que nadie nos escuche cuando cerramos la puerta muy despacito, a veces hasta colocando el pie en el hueco para que haga de freno. Pero no, error, otra flecha que no hace diana. Siempre hay un chasquido, gilipollas, y siempre hay alguien que nos vio y oyó marchar, pero que nos deja, ya sea por pereza, por que le da igual, por resignación o bien por que fuera del edredón o del caparazón hace demasiado frío como para entenderlo o discutir las cosas.

Porque todos creemos que las cosas van a cambiar si las pensamos bien fuerte, con los ojos cerrados; o si las escribimos con rabia arañando el papel con la punta del boli, destrozando las palabras. Porque todos lo creemos acabado, cuando ni siquiera está empezando.

Y no puedo dejar de hablar de creer sin hablar del libro de ayer. Prólogo, introducción, nudo, desenlace, epílogo. Y a todo esto el cuerpo de la historia tumbado boca arriba, pidiendo canciones como quien pide auxilio, llantando meses de Abril en lugar de meses de otoño, como quien cambia cromos.

Yo, tu tipo duro, cerdo y pretencioso que folla, te roba una toallita del Mercadona, se limpia mirando a ningún lugar, dice hasta pronto y se va. Tú, la chica buena, la romántica, la que sólo quiere acariciarme después de correrse y la que hace listas de reproducción llenas de Chet Baker y engaños.

Las cosas se reducen a eso, a crédulos y a tipos que se creen demasiado listos como para creer en cuentos de hadas y correr por despeñaderos sin tropezarse, pero que la acaban cagando.

Reacciones de explosión y disoluciones de cuerpos celestes.
Somos dos hormigas sin escapatoria en una probeta de un laboratorio de química de cuarto de E.S.O.
Y mientras sigues maldeciéndome y yo sigo bajando los escalones de dos en dos o de tres en tres.

La luna se yergue llena y fatua, como tus muslos llenos de saliva y morados de mis dientes.

En la esquina hay un tipo que vierte restos de fanta sobre una linea de hormigas.

Tú y yo, dos crédulas hormigas en una probeta sin suerte...

5 comentarios:

  1. No me queda más remedio que aplaudir.

    Plasplasplas.

    Tienes mucha gracia diciendo "vagina".

    ResponderEliminar
  2. y qué razón tienes, joder! tienes la esencia del antihéroe metida en los huesos

    yo no te aplaudo, me callo e identifico

    ResponderEliminar
  3. hay que tener esperanzas. las hormigas seguimos jugando al bonoloto.

    ResponderEliminar
  4. no dice nadaa sobre las creencias de hormigas

    ResponderEliminar

Huellas