jueves, 13 de enero de 2011

15.273

Nadie puede ya arreglar esto. Ni quemando todos los rastrojos se salva siquiera un mueble. Todas las jodidas patatas podridas dentro de un saco infecto. La tierra ulcerada desde bien adentro ¿No lo huelen? No es el olor del miedo, ni el de las lágrimas o las tumbas de flores. Es la trágica y desoladora pestilencia-penitencia de los casos perdidos.
¿A qué sabe la impotencia? ¿A que demonios sabe apretar los puños hasta que estallen arteriolas y deseos dando la imagen violeta de un cielo de ráfagas de metralla? ¿A qué sabe la falsa, las pirámides de poder, los hijos de puta con bigote y vara de mando, el negocio de las rayas, de la falsa nieve y del blanqueo del corazón oscuro?
Han arrebatado tanto...como limpiarse los dientes, cortarse las uñas o como separar el vidrio del cartón. Al fin y al cabo ya es un gesto cuasi-mecánico, practicamente autómata. Un disparo certero y una bala en la sesera, un esfínter que se abre, un cardumen que es más el líquido del miedo que la propia mierda. Todo se derrama en los pantalones, calcetines, inunda los zapatos y se esparce por el suelo como una vaso roto lleno de fango.
A veces pienso que la única escapatoria no pasa por marcharse sino por esconderse, que viene a ser lo mismo pero haciéndolo de una vez, sin avisar y para siempre. Y qué le follen al vecino, que yo ya vendí mi triste pistola y en esta cueva de engaño ya no me hará falta...o al menos, eso es lo que espero.

3 comentarios:

  1. "Amargo" a eso me sabe la impotencia. Tu texto también tiene cierto grado de amargura, pero es tan comprensible que hasta me gustó!
    Todo un Doctor de Letras, realmente admirable. Saludos!

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  2. impotencia de cambiar el sistema, pero la clave está en las pequeñas insurrecciones.

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  3. No sé, siempre es bueno tener el revólver a mano.

    Texto guay, no esperaba menos.

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