viernes, 17 de diciembre de 2010

Escribir, sin más.

Escribir no siempre fue fácil. Hubo épocas en que se trataba de una montaña rusa sin pausa ni frenos, con más bajadas que subidas, con menos chicas guapas que suicidas, con restos de vómito, fragmentos de pizza, pollo, cuero cabelludo y viejas que cuelgan boca abajo con cara de rabía pidiendo más... Aunque no lo crean escribir era todo eso, un ejercicio de impotencia, querer detenerlo todo, no poder, como intentar morder un padrastro del dedo gordo que siempre se escapa.

Y ahora todo fluye, las cosas surgen sin buscarlas, aparecen billetes en bolsillos olvidados, fotografías dobladas en cuatro trozos, leyendas sobre personas que alguna vez existieron y otras tantas de humanos que existirán.

Pero yo sigo en mis trece, bueno, en mis veintitres, como la canción de los Jimmy Eat World. Sigo deseoso de lucha contra alguien o algo, que se, me va a acabar derrotando indefectiblemente. Adoro el olor y el dolor de la sangre. Amo el sabor de la tinta cuando lleva algo de sal debido al sudor, cuando paladeo la batalla. Porque puedo escribir mierdas, pero son mis mierdas, mis deliciosas y dulces mierdas.

Y por todo ello, aunque creas que no tiene nada que ver yo sigo prefiriendo los discos de antes. Soy más del Parachutes, no lo puedo remediar. Es como correr sin camiseta mientras llueve por la playa de Bolonia. Si nunca lo has hecho, no sabes de que te hablo, y si no sabes de que te hablo no entiendo porque seguirás leyendo, o sí... en el fondo todos necesitamos rellenar escondites, ¿cierto? y algo más en el fondo, todos somos igual de masoquistas, todos necesitamos creer (aunque sea sólo por una fracción de segundo) que entendemos el dolor, que sabemos de donde viene, por qué y para qué duele.

Odio el sonido del amanecer cuando no es en el campo, pero detesto aún más si cabe el tacto de la leche en las encías cuando es del tiempo. O fría o caliente. Odio tantas cosas que me encanta escribir sobre ellas, minimizarlas, arrugarlas, dividirlas, expandirlas, extrapolarlas, cortarlas, acicalarlas, peinarles el tupé, curar sus cicatrices. Eso es lo que hago al escribir, jugar con mi vida, con la tuya, con la vida del mundo. Hacer de una vez por todas las paces conmigo mismo.

4 comentarios:

  1. Yo si se lo que es correr desnuda mientras llueve por las dunas de Bolonia, y hasta ese lugar acabo de viajar, gracias!

    Besos.

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  2. Hablas de sentir, de vivir y de sobrevivir. Hablas de las rachas que todos tenemos y de los momentos que disfrutamos y que detestamos.
    Escribir y leer, leer y escribir: placer y necesidad.
    Un saludo

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  3. Nunca había leído una descripción tan bestia de todo lo que pasa al escribir..
    Yo también intento vislumbrar de dónde viene el dolor y su causa.. yo también intento hacer las paces conmigo misma..
    Me ha dejado catatónica el texto, es tan verídico, hostia.
    (Besos)

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  4. cuando hagas las paces contigo mismo.. encontraras la calma

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