lunes, 16 de noviembre de 2009

El día que la poesía asesinó a nuestros miedos

El día que leí a Walt Withman cayeron máquinas de escribir del cielo y una me abrió el pecho con toda la fuerza de una despedida.
Aquel día hubo tres horizontes diferentes, todo olía a ropa con mucho suavizante y hubo un dominical aunque llovía y era miercoles.
Aquel día hice tres torniquetes en diferentes zonas de mi cerebro pero aún así tuve lagunas mentales y charcos suficientes para inundar toda una ciudad de sueños.
Aquel día alguien sin nombre me cortó las bolas, me las metió en la boca, me cosió los labios con esparto y me hizo masticar mis huevos como si se tratara de una maquina tritura-miedos.
Aquel día supe a que sabe la mezcla de mis pecados y mi sangre, aprendí a vivir fuera de las cloacas, a reconocer el olor de la ropa cara, las putas y los falsos serrallos llenos de cabezas, coños y serrín.
Aquel día hice sitio a la guitarra, limpié la nevera y cambié mi religión; pasó de ser comprar zapatillas y vagabundear bebiendo de las esquinas del tedio, a una paja y un poema de Rimbaud antes de dormir y un batido de plátano y un tema de Jeff Buckley cada amanecer.

Te digo todo esto porque la poesía se ha encargado de matar a sangre fría todos mis miedos, que eran muchos...

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