domingo, 17 de mayo de 2009

Fiesta de tu jersey

Las fiestas en tu jersey siempre fueron cien por cien algodón. Que a ninguno de los que te lo hizo se le ocurra mencionar acrílicos o poliéster, ni tampoco seda que tus manos siempre fueron como cachorros de león haciendo lucha grecoromana.
Yo recuerdo bien clarito que si te ponía el oído sobre el pecho podía escuchar pajaros carpinteros. También he oído al mísmisimo David Grohl en aquella época en que aún estaba vivo, en las canciones de Bleach, ya sabes, después se amariconó y acabo con respiración asistida y adicto a las fondue de chocolate; pues eso, cuando tocaba la batería como uno de esos tipos a los que drogan y meten en ataudes con kilos y kilos de arena sobre sus cabezas, y que luego despiertan con todo oscuro, ahogándose porque ya se han tragado casi todo el oxígeno de esa cajita de madera, y asfixiándose aún más por el agobio y la hiperventilación de la jodida claustrofobia. Golpean la caja con la fuerza de un tipo muerto, y rezan con la fe ciega de un tipo vivo a oscuras que sabe que si golpea más fuerte se va a llenar todo de arena, hasta los pulmones. Ese que golpea ya no vive, aunque respire. Y sí, tu pecho me ha sonado así, a golpes de muerte.
Nunca tuve la certeza de que tenías corazón hasta que me lo serviste en bandeja aquel día impar de Julio.
Los días que el Sol salía a comprar tabaco todo parecía que fuera a reventar, eran días calmos y yermos como estanques de mercurio, pero eso sí, con una bomba de plutonio junto al brasero de picón, haciendo tic-tac, apuntito de explotar. Las nubes siempre han sabido querernos, siempre han entendido y mimetizado nuestras ganas de escondernos de las horas muertas y de los tipos con chaqueta y maletín de llave.
Otras veces he acudido a tu vientre buscando las pelotillas de algodón de tus sudaderas nuevas de capucha. Allí, en tu barriga he leído estrias y he reordenado lunares, todo por nada, simplemente por esperar que me esperes. Los toboganes de tu espalda como antaño. Los trampolines de tu barbilla como antídoto. Beber litros y litros de saliva, escupir kilos y kilos de confeti.
Las fiestas de tu jersey, aunque no tengas corazón, son las más sonadas entre las branquias de todos los peces globo del océano lacrimal conocido. Una vez recuerdo haber tirado de un hilo. Tiré y tiré y tiré, y te desnudé el ombligo. Lloreé y lloré por no saber coserte en el mismo sentido. Es lo que tiene ser un loco, un tarado, no hay vuelta atrás cuando destrozamos aquello que tanto mal nos ha hecho y que tanto hemos querido.

2 comentarios:

  1. No podias contener más las ganas de escribir aquella tarde y menos mal, encantas con palabras maldito ;)

    ResponderEliminar

Huellas