lunes, 9 de febrero de 2009

Pianos, guitarras, sirenas...

Todos tenemos un piano dentro, al menos eso se han empeñado en enseñarme los besos y las canciones. La diferencia radica en el número de teclas negras y blancas que posee cada uno. Yo personalmente conocí a una mujer que sólo tenía teclas negras. Era la mujer que peor besaba del mundo, pero fue la más difícil de olvidar. Ese ruido de su lengua al abofetear mis dientes, ese sonido al vaciarme de saliva y al rajarme la piel de las encías. Ese tosco tacto lleno de la más oscura suntuosidad de la lascivia más prohibida...
Otra vez conocí a una mujer que sólo tenía teclas blancas, pero me gustó tanto que tuve que abandonarla. Era tan perfecta que se vaciaba de tanto llenarme.

Ahora, ni piano ni mujer, estos dedos ya no buscan notas, ni claves de Sol o abrazos de Fa. Aguardan, estas manos aguardan, sin más...apariencia inexacta de vagos cuerpos sin dueño, o con dueño pero sin consciencia de él. Cuerpos, frágiles y plúmbeos con la forma de una guitarra y el sonido lento y dulce de un jirón de miel. Cabellos mercúricos, extremidades otoñales, pausados ritos del placer.

Boguemos, boguemos con vehemencia furiosa y compulsiva como si buscaramos la salvación. Bien profundo, escúchame, bien lejos, permíteme. Huyamos más allá del mar. Que el único sonido sea el del recuerdo, que el remar se confunda con el arte de bucear entre los escombros de otros cuerpos. Ocultémonos, mi cuerpo, ocultémonos expectantes entre el coral.

Y debate vertical entre la parte que reside sobre su cuello y la que cuelga de él. Porque una brama furiosa que las sirenas no tienen cuerpo de guitarra ni pianos al lado de las raspas. Y la otra susurra suavemente, que no es por los instrumentos por lo que huyen hacia el fondo del mar, sino por escucharlas cantar.

1 comentario:

  1. ¿Qué olor tendrán los abrazos de Fa?¿A qué sabrán?

    ResponderEliminar

Huellas