lunes, 25 de octubre de 2010

La subclavia y el viaje del tiburón amputado

Dos picos de caballo como la cabeza de un fósforo directos a la subclavia...

Ves un japonés con cara de bueno y de nombre impronunciable (algo terminado en "moto", "sagua" o "saqui") cortar las aletas de un tiburón y lanzarlo burdamente al mar. El tiburón se convulsiona, pero al contrario de lo que pudiera parecer en un principio los espamos no son producto del dolor, se tratan de intentos de navegación. Como un submarino boicoteado el tiburón intenta propulasarse en el agua buscando un refugio donde morir con el orgullo al alza. Sin embargo cae, y he de decir que es una caída agónica y triste, como la de las hojas que pesan menos que un beso, como una gota de aceite escapando del agua en sentido inverso: lenta, mercúrica, pero inexorablemente al fondo.

Y aquí no sopla el viento pero sí lo hacen las corrientes.

Y aquí, al igual que el la superficie, siempre hay miles de pretendientes al trono deseando que mueras de la manera más trágica posible, porque mayor valor y relevancia tendrá la corona.

El tiburón, con todo su peso pero sin el poder de su cola es un títere de carne macilenta y picoteada que se bambolea de un lado a otro, como borracho por el hedor de su propia sangre. Un hilo de ésta une ya la pradera marina con la superficie lunar del agua estanca en una autovía de infierno, con cerezos en flor a cada lado de la carretera.
Una vez en la profundidad llena de cantos rodados el escualo intenta avanzar hacia la certidumbre de una muerte menos humillante, intenta buscar unas rocas donde esconderse. No lo conseguirá.
Estanco en medio de la inmensidad azul serpentea agónicamente, repta como una serpiente. Se ahoga en su propia sangre. Destroza toda su panza de blasfemar burbujas y apretarse fiero contra el suelo buscando impulso. Es un acto de impotencia. Como un preso que se china los brazos hasta el hueso al enterarse de que su mujer se folla a su mejor amigo, y no puede salir de allí para vengarse.
Una ralla danza vanagloríandose por encima de él y le caga encima con sorna.

Decenas de pequeños peces limpiadores como "garras rufas" se regocijan en un peeling impúdico de la piel de lija del tiburón, sin importarle o no el caché de la piel que se tragan.

El tiburón morirá. Nadie sabe si desangrado o de hambre. Y destaquemos que la sal ayuda a cicatrizar las heridas, pero a la misma vez aviva el dolor, sobre todo cuando se trata de pérdidas de inocencia u orgullo. Pero como iba diciendo, nuestro amigo morirá, eso es indudable, aunque lo hará con los mismos afilados e imponentes dientes, pero eso sí, sin su corona.
Y llorará...llorará horrores,porque parecerán haberse derretido dos icebergs del tamaño de la patagonia, pero sin embargo nadie podrá afirmar a ciencia cierta que lo hizo.
¿Saben por qué? porque no hay mejor manera de llorar escondido, que enmascarando las lágrimas en el salado fondo del mar.

2 comentarios:

  1. Durísimo. Está agónica muerte de este animal, la he visto en un documental que descrito con tus palabras hace que te llegue más aún.

    Es deplorable que en esta sociedad se siga haciendo esto, tan solo para nuestro guste y disfrute de una parte de su anatomía. Lamentable y triste. Muy triste.

    Gracias por comentarme. Te sigo.

    :)

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  2. DIOS ME ENCANTA TU BLOG...!!
    si eso te podrias pasar por el mio dejar tu opinion i si te mola pues me sigues jajajaja
    thanks YOU

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