domingo, 26 de julio de 2009

Verano y amor, "vamos" y perdidas...

Vamos a hacer cientos de fotos debajo del agua y no vamos a borrar ninguna. Vamos a viajar a Noruega con anoraks de plumas tremendamente exagerados, desorbitadamente acolchados. Vamos a usar las pérdidas como medio de construcción del alma, de envejecimiento productivo. Prometemos no destruirnos a base de "adioses", no marchitarnos a base de fotos. Prometemos macerarnos en sonrisas estúpidas y recuerdos de conversaciones inquietas.
El hecho de alejarnos de quien más nos quiere para acercarnos algo más a nosotros mismos es aún una ecuación con logaritmos neperianos difícil de entender. Es más, nos negamos a entenderla. No queremos aprobar la física, ni la química, ni las matématicas de este, nuestro verano del poema.
Quitemos todos los carteles de "coto privado de caza" de nuestra piel. Dejemos que nos perforen a balazos, que nos acuchillen el corazón justo en el centro evitando la cuarta costilla, desde abajo , justo en el vértice, evitando la sexta.
Vamos a cazar medusas, vamos a espachurrarlas y a pensar eléctricamente genial sobre dedos y dendritas, masajes y cortocircuitos, besos y materiales termoconductores.
Vamos a comprar una sombrilla que no lleve impresa propaganda de San Miguel o de Schweppes, o como cojones se escriba, también compraremos dos sillas reclinables para tostarnos el pecho sin llenarnos los párpados de arena, una nevera azul de uso exclusivo en domingos y cientos de libros de sopas de letras, que los Sudokus son solo para modernos con gafas Ray Ban ochenteras de color blanco o amarillo chillón de dolor.
Vamos luego a ver el océano marfil. Vamos a quitarnos el reloj antes de bañarnos, que no nos fiamos de la coletilla "water resistance". Vamos a desearnos dentro del agua, a naufragar fuera. A tocarnos al ritmo de las olas sin que los veraneantes inquietos puedan ver nuestras manos bajo la espuma de las mismas olas que ahora lloran tras romperse.
Vamos a esperar dentro del agua minutos interminables, a pensar en todas las cosas desagradables del mundo al mismo tiempo para asesinar la erección delatora. Vamos a hacer fotos de puestas de sol y pezones robados, de sombras en la arena y ruinas de castillos.
Vamos a comprar la discografía de Phill Collins y a ponerla a todo volumen con el techo del coche abierto. Vamos a descuidar nuestros cuidados. Vamos a despreciar el término líquido de nuestros fluidos, vamos a lamer el sudor como vía de escape al suicidio de la piel ajena, vamos a arañar la espalda intentando romper la sal del agua, vamos a engañar cuando queremos decir la verdad, vamos a oler a menta cuando masticamos chicles de fresa, vamos a evitar la pregunta "qué perfume usas" aunque nos encante oler su cuello, vamos a fotografiar con la mente a falta de nuestra querida Nikon, vamos a guardar instantaneas en las venas como nuestro mejor album de fotos, vamos a guardar negativos en blanco y negro (esa chica rubia, esa sonrisa plateada, esa mirada convulsa, ese "lo siento, no puedo estarme quieta")

En definitiva, vamos a decir "te deseo" cuando en el fondo queremos decir "te necesito".

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Huellas