martes, 17 de marzo de 2009

Mascotas. Bibliotecas.

No recuerdo dónde fue, en qué dial. La verdad es que ni siquiera estoy seguro de que fuera realmente en la radio. Lo más probable es que se trate de un pedazo de cualquiera de mis conversaciónes con el subconsciente o con Paco, el dueño de la Tasca flamenca de calle estrecha. Bien podría tratarse también de palabras estrujadas a cualquier naranja de media mañana, de porciones, de cualquier aledaño de un sueño, de alguna de las diatribas con mi mohosa almohada. No se de dónde cojones lo he sacado pero...

"La riqueza de un país se mide en base al número de mascotas. Es una relación directamente proporcional ya que cuanto mayor es el número de mascotas, mayor es el indice de riqueza de dicho país. Sin embargo, en estos tiempos de recesiones, crisis, curvas descendentes y corazones en déficit hemoglobínico-orgásmico-poético, cuánto mayor es la necesidad material, cuanto mayor es el agujero y menor el bolsillo, más lagartas, perras, zorras y víboras salen del escondrijo".

Y en EEUU la gente colma sus insatisfacciones abarrotando bibliotecas, soñando y jugando a ser feliz, huyendo en estampida detrás de los libros para inventarse aquello que no tiene y olvidar lo que nunca tuvo ni tendrá. esto sí lo he leido en el periódico. Apenas quedan asientos libres. Un vagabundo con un cartón de vino en una mano, una pipa de crack en la otra y el propio crack merodeando aún su frente, sus pulmones, sus desidias, despliega "Más platón y menos Prozac" sobre la robusta mesa de aglomerado en cualquier lugar de Nebraska. Imagínense...

Sí, definitivamente adoro esta crisis. Adoro la crisis que nos presenta la víscera más pura, la no mancillada, el hombre desnudo que busca la escapatoria en si mismo a través de los demás, valiéndose de su capacidad para soñar y perderse entre las nieblas del "no existo más, no me da la puta gana de hacer como que sigo respirando".

Relindas crisis cuando llenan la sangre de poesía y el pecho de lirismos, aunque sea poesía triste, aunque sea lirismo excelso y tremendamente otoñal, eso es lo de menos en estos casos, qué más da eso. Lo que realmente me preocupa es saber que las calles están llenas de víboras dispuestas a mancillar con veneno el único gajo de sangre pseudoimperturbable que nos queda: el poder de la imaginación, el inconmensurable delirio que supone creernos otros para seguir viviendo ajenos al sufrimiento, o vivir sin sentirnos viviendo...qué maravilla más triste.

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