domingo, 22 de abril de 2012

Catas de Primavera

Volvía yo de una cata de vinos en la madrugada de una noche de Primavera. Miraba el empedrado de la zona vieja, las paredes blancas, los geranios encendidos en fuego... De repente el vino afrutado habló por mi y me planteó la curiosa paradoja de esas mujeres impacientes por asir con endiablada locura el corazón de un hombre, aunque este sea incompleto, aunque lata como el leve y desesperado sonido de un pez agonizando a bocanadas de aire partido.
Estas mujeres, repito, que adjetivan  precisamente como frío, hijo de perra, insensible y calculador, a aquel que más apasionada y desinhibidamente vive el presente. Aquel que odia las cuerdas, los tiempos verbales terminados en -eremos, -aremos y las construcciones como "vamos a".
Sonreía pensando en la desesperada e imbécil ambición por poseer alguien que nos complete. En la idiotez de la teoría de la media naranja,  en el daño que han hecho los finales de Disney a toda mi generación y en lo ilusas que son aquellas romanticonas que sólo contemplan la pareja férrea, la única existencia de un protón indivisible de amor. Todas aquellas inseguras que confunden calor con frío.
Me causa gracia cuando voy borracho. Me causa pena cuando he de padecerlo. Me hace sentir incómodo como esos momentos de verano en el ascensor, cuando coincidimos con el vecino equivocado recién llegado del gimnasio y bajando a tirar la basura. Momentos en que no puedes hablar del tiempo, ni de fútbol, ni de lo difñicil que es conseguir una mujer que sepa mecerte tus vaivenes...Pero, ya saben, son paradojas que me invento, o que se inventa el vino, en noches de Primavera...


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