viernes, 23 de marzo de 2012

Quiero venganza...

Haría una sangría en el pecho de esta ciudad de mierda...
Coches pequeños de altavoces gigantes canturreana paso lento eslóganes políticos desde primera hora de la mañana. La gente sonríe al escuchar sus falacias y propuestas imposibles. Es decadente. Casi como morir a arañazos...
Cada vez que pasa uno de esos coches, los niños del colegio de enfrente de mi ventana se acercan a los barrotes del presidio escolar. Se miran con caras de expresión neutral, algunos como si olieran a huevos duros, otros como la primera vez que escucharon e intentaron comprender un trueno. Los más pasotas dan collejas a los que ocupan la primera fila de las rejas para poder seguir jugando. Un niño desconoce la perplejidad hasta que no se enamora de los ojos de una chica, o hasta que no tiene una mascota, o hasta que no le regalan los Reyes Magos todo aquello que ha venido soñando los últimos meses a través de los anuncios que sesgan sus dibujos animados. Pienso. Un niño no conoce la perplejidad pero conoce la estupidez.
En la frutería de la esquina un anciano lleva el carro y por la soltura con la que lo agarra y arrastra y la dificultad con la que agarra y arrastra sus propias piernas, me arriesgo a decir que el carro va más vacío que lleno. Veo su expresión de asco, asco solemne, madurado. Me detengo en sus gestos y de repente me da la sensación de que lleva una existencia de mierda, y de que dentro de cincuenta años es muy probable que el 80% de esta ciudad lleve una vida más de mierda aún...
Quiero matar a todos los políticos. Con mis manos. Quiero que escupan toda la coca que les hemos pagado. Quiero que lloren, que sufran, que vean a sus hijos llorar al borde de un desfiladero. No quiero hacerme viejo. Temo a la muerte pero más aún temo al miedo y mucho más aún al miedo de durar demasiado de una manera esquelética que tenga lo peor del humano consumido y el animal carroñero. Quiero hendir mis dedos en el pecho de esta ciudad de mierda y contemplar su mugre, y echarle ollas de agua oxigenada dentro, que duela, que cicatrice, que espumee.
El viejo sigue arrastrando los pies. Ahora pasa un coche de Izquierda Unida. Los altavoces truenan. El viejo se detiene, se gira, mira el paso lento del vehículo. Tuerce el gesto un poco más. Habla en alto pero no lo escucho.
Me parece leer: Quiero venganza para esta vida de mierda, quiero mi propia venganza..

2 comentarios:

  1. Yo estaba enfadada con el mundo. Mucho, hace tiempo. Era ingenua e inmadura y me tiraba el día enfadada con el mundo por ser injusto y por estar poblado de maldad de carne y hueso. Sigo siendo ingenua e inmadura pero ya no estoy enfadada con el mundo. He reducido mi frustración y ahora sólo estoy enfadada con España. Creo que muchos estamos enfadados, rebosamos impotencia y sed de venganza. Pero hay otros tantos millones de personas que no, hay otros tantos millones de personas que provocan lo que está sucediendo y que se merecen lo que está ocurriendo.

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  2. pues yo si kiero venganza x algo q m paso el la escuela pero mi venganza no es muy comun ya q si elijo la venganza no solo sufririan los pendejos de la escuela sino todo el mundo y yo pienso si seria lo correcto ya q hay tambien buenas personas pero no puedo perdonarlos x lo que me hicieron

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