lunes, 12 de septiembre de 2011

Clases de miedo sentimental y otras mierdas

Primera lección para el derretimiento polar: Llorar por la borda y planear desbandadas subterráneas no ayuda a la desintegración del caparazón del miedo. No sirve absolutamente para nada.

Segunda definición de miedo: incapacidad atemporal provocada por límites ficticios creados por pretensiones equivocas y mujeres demasiado exactas y cercanas a la perfección circular de las curvas del 0.

Tercera conclusión sobre los límites sentimentales del acero: El límite, finito por tanto, de todo acero incrustado en el cuerpo de un hombre, es directamente proporcional a sus ansias por derretirlo follando.

Cuarto desarrollo balístico sobre la convivencia y conveniencia de dos torpedos muertos de miedo entre las mismas cuatro paredes: "Porque tú, cohete teledirigido por mi propia historia maxilar hasta más dentro de la boca, y porque yo, misil de tierra-aire que siempre, desde bien chiquito, quiso ser un arma submarina para explosionar tus caderas de arcilla a través del fluido del coño, somos ambos dos armas necias y obtusas, anticuadas, inermes, únicamente dinamitables para la propia piel de uno, estériles para provocar la combustión y el fuego del que le rodea.

Esa explosión egoísta nos convierte en dos Cadillacs solitarios, rojos y descascarillados, con el hueco del casette robado justo en la zona del pecho y el salpicadero lleno de marcas de barro de colocar los pies mientras se folla como vectores de fuerzas en una ecuación sobre nidos de gaviotas y aviones, descompresión polar y ruidos de adioses".

Quinto resumen sobre el derecho de todo ser humano a hacer el idiota sin pistolas cargadas y con costillas quebradas:


  1. Derrámate sobre mi ombligo como una foca en un lecho de algas.
  2. Supúrame unos ilíacos crujientes en un vaivén de caderas. 
  3. Atraviesa la línea que separa tu diversión de mi cuerpo vencido.


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