martes, 5 de abril de 2011

AdolesZentes Zulús


Zambullidas adolescentes en el particular zoo de mi azotea.
Donde los zarpazos en zigzag de osos escandalizados pretenden crear zebras en la espalda ajena,
rombos en la parte baja del púbis, en el zulo de tu coño.

Pequeños arañazos de silencio y céfiro azotan las sábanas blancas, los trastos viejos.
La zona prohíbida e inhabitada sita entre tu lóbulo auricular y tu nuca.
El zócalo de mi fálico centro parece zollipar pizcas de seminales entretenimientos.

Yo prefiero zozobrar con cierzo, nada de vientos primaverales.

Pero las circunstancias de Dios no se eligen ni en los cementerios,
y ahí nos tienes a ambos dos con nuestras teces,
nuestras cortezas,
nuestras desconfianzas y nuestros canguelos.

Chapuzadas en el sol, en la luz integradora del cielo,
nuestras mandíbulas hacen el sonido de dos piezas de reloj engranándose y engrasándose en un atestado zoco turco de azafranes y azufres.

Follamos como dos zoquetes peleándose sobre el limo. Como dos zampabollos frotando sus barrigas llenas de mariposas.

Uno de tus zarcillos de zafiros parece cercenar partes de mi lengua impúdica y ante un mordisco lunar de mi paleta derecha el tiempo dice basta y tus pezones sigue.

Zarandeos, requiebros, instantáneas ante el crepúsculo.

La lengua zazosa que besa y no sabe decir la verdad y los pulmones hinchados de olvido como un enorme zepelín,
porque los globos son demasiado pequeños para nosotros, para ellos, para cualquier luciérnaga enamorada.

El zodíaco narra fabulosos días de playa holgazaneando al sentir de las olas.
Nuestros dedos escriben borrascas en rascacielos.

Nuestros dedos son zapadores colocando pólvora en tus zapatos para que vueles más alto que el cóndor.
Los colmillos son zapatiestas y fiestas de alcohol en la piel, iracundas acometidas hacia la sangre subdérmica.

Amamos a zancadas,
grandes pasos de calor asfixiante.
Destrozamos a paso ligero,
gigantes e inaudibles confesiones de pérdida y olvido al más estilo zulú.


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Huellas