lunes, 26 de julio de 2010

Pueblo de vientos

Para los dos abuelos con boina y garrote una tarde de enamoramiento y hormigas seguía siendo una tarde de besos y fresquito en Tarifa, con levante siete u ocho nudos y el mar lleno de borregos de espuma. Las calles recien encaladas de risas y cerveza, y un atardecer de tiovivos y montañas rusas en los ojos con una nena rubia intentando volar una cometa que atravesara las nubes.
Eso es lo que habían visto hacer tantos y tanto años, siempre igual, a todo aquel que visitaba aquel pueblo lleno de vientos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Huellas