lunes, 15 de marzo de 2010

Usarnos.

Si en los recreos del colegio te enseñan que el amor va a romperse de tanto usarlo, que la inocencia es cosa de maricones y cobardes, y que el que más fuerte y más deshumanamente acaricie, más arrebata y más se lleva, algo va jodidamente mal.
Nos hemos cansado de mirarnos, de guardar las lágrimas en tapperwares con restos de tomate solidificado y rezar para que crezcan carcajadas asilvestradas. Nada es fruto del tiempo, excepto el olvido. Nada crece por fuerza de la vista y anhelo del deseo. Nos hemos cansado de cansarnos y todo eso nos lo ha enseñado alguien. Pretender que las cosas surjan, crezcan, se follen y creen ramificaciones con tan sólo contemplar-las es el error pasivo, el dulce fracaso del hombe que decidió cortarse las piernas para fundirse con el paisaje.

Las despiadadas lecciones del cielo, las intransigentes bofetadas de los libros que no nos quieren enseñar, la lluvia de ideas que transporta el viento a veces podridas y otras tantas sesgadas, la llamada memoria colectiva del universo, osea las primeras pajas, los partidos en el albero mientras llovía, el lanzar piedras a los tejados de San Silvestre con los primos mayores. ¿Dónde me han escondido mis días grises para que te enseñe como llorabamos cuando necesitabamos el desconsuelo?

Yo voy a cagarme en este colegio de estúpidos, Voy a enseñar a mis hijos a demoler los engranajes de sus relojes, sus estereotipos llenos de derechas, centros e izquierdas. Los mios se criarán en 3D y con discos de Miles Davis y alunizajes de estrellas del pop en las paredes de su cuarto. Me cago en vuestras tiendas, en vuestros escaparates difusos, en vuestro pasado que ahora usa cirujía y que colgais en perchas para que no se arrugue demasiado.

A los mios voy a salvarlos yo, y aviso, no les enseñaré a tirar piedras al agua para hacer la ranita, os tocará cambiar las tejas de vuestras insulsas aulas cada mes de Junio cuando todo el engaño termine un año más.

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