Julietté miro a Celíne. Nadie entendía nada. La amistad en aquellos momentos era vino de sibaritas, actos pueriles de adolescentes muy drogados.
Y sin embargo todo siguió igual, el inexorable baile de estrellas, la piña en Honolulú, las lámparas de papel sin estantes apoyadas sobre libros y esas extrañas convicciones de que no creer en el amor nos hace más fuertes, y estar repleto de amigos nos hace menos miserables.
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