miércoles, 18 de mayo de 2011

Dos cabezas, miradas, gladiadores y zebras.

Todo tiene lugar entre una distancia malsana y cuasi inexistente que separa dos rostros de sexos contrarios y enfrentados. Una distancia menor al palmo de la mano de un niño promedio de tres años y a su vez, mayor en la práctica, a la distancia insalvable entre una estrella y una cometa, que no un cometa.

El canibalismo ocular salvaje que aleja dos cabezas y los retos de pistolas al alza para terminar de una vez con la discontinuidad de la piel.

Tú, sentada, seria, rancia y opaca a la intención de mi brazo que busca tu braga. Tú, afilada y voraz mirando, destrozando mis membranas interdigitales como un pelo de segueta en espiral que corta hacia todas direcciones sin pertenecer a ninguna de ellas.
Tú, un perro llevado a la delgada línea que separa su muerte por hambre del bocado al amo.
Te me hundes, tú, aristas de icerberg, te me hincas y apuntillas, tú. Jodido clavo de cristo.

Los iris finos y dolientes, como líquidos de punta, escondidos en tacones de aguja que emulan a los feos y viscosos habitantes de las conchas submarinas.
Tu mirada que es una larva que reproduce millones de moscas en un ojo enamorado. Tu mirada como una fractura en estallido, como un petardo entre las capas de la piel, como un butrón de alfileres en el vientre recien embarazado de promesas.

Tu mirada, el atropello en pleno paso de zebra rodeado de leones. Y la otra cabeza sin nada excepto ojos. Ni escudo, ni látigo, la nada atada a un corazón emulando una cometa de las que hablaba antes, que no un cometa, de los que también hablaba antes..

Yo, pedazo de mierda seca, huérfano gladiador sin nada con lo que hacerte daño, excepto mis "te quieros".

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