Viste como si todos los dias fueran domingo por la tarde, tacha los tres meses de primavera de todos los calendarios con un permanente rojo y siempre lleva "Poesías completas" de Rimbaud a cuestas, usándolo en cada parque como almohada.
Mira más lejos del cielo, más cerca del tiempo y siempre obtiene la misma respuesta: nadie, absolutamente nadie, sabe como acariciarle los dedos.
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