"Tu peor enemigo eres tu mismo"
Cuantas veces lo escuche y sin embargo...sin embargo que poco me lo he llegado a creer. Amigos que hablan sobre historias que no entienden, restos de alcohol y saliva endurecida saltando de un labio a otro, sílabas que se pierden, "bla bla bla" "qué le follen por el culo, no te merece, tú vales más que ella de aquí a Lima. Será zorra". Y otras tantas sílabas vuelven a perderse entre alguna que otra risa macabra y miada de incomprensión. Escucho lo que piensan "que jodido está. Ha de ser chungo eso de que te dejen estando completamente enamorado". Y la noche sigue, y la música no para, y sin embargo yo sólo la escucho a ella gimiéndome al oído, a mi corazón llamándola a gritos. Las copas corretean por la barra, el humo de cigarros enmascara ya a las tantas las miradas de incredulidad de toda esa gente que cree saber como me siento, y como hacer para que me sienta mejor. Ingénuos. Ya hasta la ginebra te da consejos, se proyecta sobre tus pasos, interioriza tu mierda, se pone en tu lugar y de tu lado. Hasta los gatos de madrugada saben que hacer para huir del asedio del miedo a quedarse solo. Ahora resulta aquí nadie llora y que todo el jodido mundo sabe de amor y de adioses. Hasta la vendedora de flores sabe de que se trata todo esto, y sin embargo...sin embargo los consejos valen menos que el chicle que siempre encuentras bajo la silla.
Nadie puede cambiarlo, sólo el tiempo, sólo la fiebre, la droga, los continentes nuevos y las canciones.
Las espirales fueron creadas para derrotarse a si mismas por la propia proyección de su fuerza, a consumirse por aburrimiento, por la exponencial desidia de su propia apariencia.
Ella es mi espiral. Ella es mi miedo. Ella es mi peor enemigo. Y cuando se vaya del todo y venga otra, sera ella con otro rostro, pero al fin y al cabo, ella. Eso si lo tengo claro y lo repito hasta que me duele la garganta de manera compulsiva. Ella y sólo ella, ella y su vientre de azúcar, ella y su patitas como palos de golf, ella y sus mofletes de pan, y sus cabellos como nenúfares, y su piel como un lodazal, y su sexo como una garganta almohadillada del mejor cuero.
No existen productos, no hay medicina, planta o engaño capaz de hacerme afrontar la lixiviación de mi alma, la amputación del miembro non-sano, es decir el pecho hendido, el corazón rendido.
Su piel más rijosa que sus ojos, o sus ojos más centelleantes que sus muslos, o por qué no, sus muslos más sudorosos que su pulso. Y en este vesánico miedo donde la sardonia se apodera de esta pobre sonrisa incoherente, yo rezumo piel de sus labios, saliva de su cuello; y mientras tanto ya queda menos para que se apague la espiral, para dejar de echarla de menos.
"Su sexo como una garganta almohadillada del mejor cuero". Qué lejos parece estar la felicidad cuando esto, tan material y tan cercano, se aleja de tu miembro.
ResponderEliminarLo más interesante de toda esa "espiral" es el fondo, cuando la pendiente deja de ser negativa. Me gusta jugar a ser Ave Fénix. Buenas noches!!!