domingo, 22 de marzo de 2009

La almohada que me robó a mi padre.

Papa siempre solía decir antes de irse a la cama: "escucha a tu almohada antes de dormirte, ella lo sabe todo sobre todas las cosas del mundo". Que manera más brillante de condicionarme a ser un helecho triste, una persona autodestructiva. ¿Realmente creyó que con rotundidades como esa iba a forjar a un individuo reflexivo?¿Realmente se le pasó por la cabeza que con esa excusa tan inerme iba a propiciar que desde la niñez, este tipo adoptara la costumbre de usar a un trozo de esponja cubierto de tela blanca como ente imaginario y ubícuo, para desahogarse, para resumir sus días, para mirarse por dentro y aprender del error, para cultivar su vida personal y mejorar así su relación con todo aquello que le rodea, para partir del autoconocimiento de uno mismo como inicio de la meta del conocimiento del universo?

El resultado, como pueden apreciar, es la ingesta inadecuada, tumultuosa y en precipicio de cantidades desmesuradas de poemas, drogas y hojas de otoño.

Creaste la predisposicón a una de las certezas más tristes e indolentes del universo: la vida está repleta de ventanas y necesitada de arrojo para asomarse en pijama y recien levantado. Es como esa imagen recurrente en sueños donde un cura de mueca perversa manda poner ojos de buey en los ataúdes para que los muertos puedan ver la tierra que los aplasta si deciden despertarse. Pura paradoja.

Papá, la cagaste. Puta almohada y puta la madre que la parió. He malgastado los mejores secretos de mi vida llorándole a una tela blanca cuando bien debería habértelos confiado a ti justo antes de irnos a soñar. He desparramado por una ladera del tiempo, he despeñado por un precipicio feo y malogrado todos y cada uno de los dieces que saqué en historia, de las medallas que gané en los carreras del pueblo, de los gorriones que encontré malheridos junto a los restos de nidos de golondrinas.

Me he desperdiciado. Joder, has creado de mi un monstruo con tan solo una frase.

Imaginas lo que hubiera sido, tú con una copa de vino, yo con un vaso de leche. El cielo estrellado de nácar como collares de diamantes sobre cuellos de lindas mulatas. Y yo contándote todos los misterios que la vida me iba desvelando y todos aquellos que se empeñaba en seguir escondiéndome. ¿Lo imaginas? No creo que puedas, tú terrible idiota mío.

Lo que querías conseguir y lo que conseguiste son como días de playa jugando al voley y días de lluvia tras la ventana cocinando espaguettis sin atún en contraposición. Has conseguido cadáveres de mariposas, ya ni siquiera te digo gusanos de seda. Flores de plástico con olor a trastienda de almacen chino. Manojos de llaves que se atrancan, donde ninguna sirve. Mirillas borrosas.

Así creas un tipo discente en sus propias inseguridades. Es penoso esconderse, pero peor es hacerlo y no creerse que se hace por miedo. Sí, es muy jodido llegar a esa conclusión, que todo está lleno de ventanas, pero que no sirven, que nos quedamos encerrados en nuestras casas, esos ataudes con ojos de buey y no esas moradas donde sanarse y reponerse para volver a salir a la calle a herirse desafiantes, alegres y completamente rojos, que es lo que bien debieran ser.

Después de este torbellino de frases, si me paro a analizar fríamente la sensación de naufragio dentro del vientre, llego a la conclusión de que he de sentirme afortunado. Algunos amigos ni siquiera tuvieron frases rotundas antes de irse a la cama. Algunos de ellos jamás tuvieron un padre con valor para equivocarse.

*Cuantos más libros devoro mayores son las ganas de permanecer callado o de seguir escribiendo, lo cual viene a ser la misma tristeza pero con distintos zapatos. Mi padre siempre fue un valiente, y gracias a dios sólo lo recuerdo equivocándose a la hora de elegir el color de la pintura de las paredes de mi habitación cuando era bien pequeñito. Todo lo anterior es producto de la ficción y de mis relaciones paranormales, ultimamente, con cantidades anormales de mujeres carentes de la figura paterna, que no hacen otra cosa que abrir ante mi un universo indescriptible de posibilidades dentro del psicoanálisi que me invento porque me sale de los santo cojones sin leer a Freud más de lo necesario. Todo esto atormenta dulcemente mis entendederas, me hace sudar de placer, sumergirme en el lucidamente tarado Jodorowsky, y cortarme las venas con los cantos de Rayuela, una vez más.

2 comentarios:

  1. Por lo menos fue un consejo, es lo que iba a decir antes de terminar de leer el texto...

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  2. ¿intentas que den ganas de abrazarte? lo consigues

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