miércoles, 23 de mayo de 2012

Mi poesía ha sido siempre gente dormida,
mosquitos reventándose contra las lunas de un coche nuevo.
Niños aprendiendo a tocar acordes de Black Sabath en el garaje de sus padres.
Lo que queda en las calles cuando amaina la riada: los esqueletos del lodo. 

Mi poesía ha sido puta de labios pintados y tres pollas a la vez,
el dolor de un miembro fantasma en el pecho,
los veinte primeros segundos de perplejidad bajo la nieve de una avalancha.


Ha sido Perros hambrientos tapándose de la noche con sacos rotos,
cicatrices purulentas y hondas como las venas de un precipicio.
Ventisca que nadie quiere en azoteas de ropa tendida
y vómitos eléctricos sobre blanco mármol impoluto.

Mi poesía empezó a currar en estercoleros con tan sólo dieciséis
y nadie le dejó mascarilla, ni guantes, ni botas altas.
Nadie dijo "Los cristales al azul, el papel al amarillo".
Se mezcló todo. Ahora duele.
Mi poesía son salones tras una fiesta, llenos de mierda...

Por eso, si me preguntaran que por qué ahora, 
que de qué va todo esto,
qué por qué vuelve,
les diría que simplemente ha llegado la hora,
la hora de pagar el precio.


jueves, 17 de mayo de 2012

Abue

Se me fue en una alérgica y desteñida tarde primaveral, sin decir adiós, como los trenes enormes y los amantes orgullosos.
Ni charcos, ni flores, ni botes de perfumes rotos. Nada de algarabía, ni guirigay, dos palabras que suenan como sus dientes blancos repletos de risa.
Todo lleno de restos de nada. Es sólo en estos momentos en que uno piensa tatuarse fragilidad, fugacidad, escurridizo, existencia, efímero, o puta vida absurda.

La vida... al fin y al cabo, son vacíos y versos sin rima.
Los semáforos han muerto. Los olivos ya no polinizan. La ciudad del Sur, callada, parece ahora un pueblo de la Mancha, mudo.

Yo lloro, yo llanto, yo me descompongo. Me vienen bien las gramíneas para camuflar el dolor de los ojos. Me viene bien su adiós para tener de nuevo la excusa más potente que existe para estar triste: la muerte.

Hasta siempre, Abue.

martes, 1 de mayo de 2012

Una vez más


He tenido lágrimas que pesan más que tú con todas tus putas cosas dentro. Y luego ha salido el Sol, no sé si dos días o cien más tarde, pero sé que ha salido porque mi almohada se ha secado, y mis pieles, y mis zozobras lunares y todo lo que buena y malamente he conseguido desde que recuerdo existir más allá de una vagina.
Ha sido entonces cuando alguien ha tomado la decisión por mi y el mundo ha seguido girando. Y no me ha quedado otra que dedicarme a escribir por el miedo a la muerte, el temor a la inercia vertiginosa, brutal e imparable que acogen las porciones más fugaces de lo que nos rodea. Me he visto oblgado a usar las letras como escondite y caparazón por el asqueroso miedo que todo lo convierte en quieto y en lago. He empezado a escribir desde que nací ahora que recuerdo...desde que soy consciente de que no solo depende de mi el hecho de estar vivo o querer estarlo, sino que hay factores como la suerte, las mujeres con navajas o los libros equivocados que pueden hacer que todo se acabe sin que dependamos de nosotros mismos. He comenzado a escribir por no finalizar. Lo he hecho por que ser un hijo de puta, o peor aún, ser consciente de que lo eres o que te estás convirtiendo en ello con toda la maldad enfermiza del mundo, asusta. Lo he hecho por que podía llenar de cosas tristes todo lo que me rodea si explotaba en el momento y en el lugar equivocado. Lo he hecho y me he equivocado (una vez más). Lo he hecho y no he arreglado nada. He comenzado un alud más grande que mis ganas de ti ¿El resultado? ni lo uno ni lo otro, las dos cosas... He aquí: Un hijo de puta que escribe.