martes, 16 de diciembre de 2008

Eternidad

Cuando una canción dice demasiado, tanto que asusta. Cuando dos personas se miran y se leen el ADN, los juguetes, las piruletas, los azotes, las calificaciones, los lloros, las primeras plegarias a la almohada, las caidas, los quiebros y los requiebros, los bancos preferidos, los libros a medias, los besos y los mordiscos de toda una vida. Cuando a través de un roce de dedos podemos leer en braille todas y cada una de las estrías de su corazón, con cicatrices, puntos, grapas y remiendos incluidos. Cuando tras una fugaz y baladí sonrisa de agolpado vagón de metro o de inmaculada y simétrica cola de frutería podemos poner nombre a cada uno de los millones de citoplasmas de nuestro oponente...yo a eso, perdónenme la arrogancia señoras y señores, pero jamás osaría llamarlo amor, simplemente lo llamaría, Eternidad.



*Recupero y retoco un texto anciano, de otra etapa, aunque releyéndolo casi pareciera de otra vida. Aun así es un texto que habla de amor; palabra amar que por otra parte al destriparla del propio texto adopta la forma y el tiempo de un fósil. Hagamos de este comienzo, no una quema de lo antigüo, sino un efecto de ahormado, de encaje en piezas nuevas, de matización de lo ya vivido para que no se salga por los bordes del nuevo puzzle. La vida presente debe ser una manera más inteligente de entender la pasado. Sigamos andando, disfrutando del camino, mirando de vez en cuando hacia atrás pero no para llorar, sino para sonreir con y por lo que hemos llorado.